jueves, 11 de marzo de 2021

Más Chéjov

La literatura es oxígeno para el cerebro, te aclara ideas que ya tenías y te sugiere otras que de por sí no se te ocurrirían ni en cien años. También despierta recuerdos y, a veces, te los explica de forma retroactiva. A propósito del oficial del cuento “El beso” de Chéjov que no sale a bailar, ni sabe jugar al billar y que hasta duda de su vocación militar; mi impresión es que todos en algún momento hemos tenido esa sensación de inadaptados. A los dieciocho años fui a un colegio mayor a Madrid y tuve que pasar las novatadas de rigor. Hubo una que, ahora me doy cuenta, fue entrañable. Algunos veteranos nos juntaron a un puñado de novatos y nos aleccionaron para recibir con una canción a otros veteranos que estaban a punto de llegar. A todo lo anterior, veteranos, novatos y canción, hay que añadirle el adjetivo “vascos”. La canción era esa que empieza: “ardoa edanda mozkortzen naiz”. Traducida: si bebo vino me emborracho, si fumo en pipa me mareo, al cortejar me avergüenzo, ¿cómo demonios voy a vivir? La podría haber escrito el oficial de Chéjov. Lo que no me pasó fue lo del beso por sorpresa en la oscuridad. En el cuento, el oficial queda como hechizado, su visión de la vida es otra, le cambia la perspectiva. Pensando en ese nuevo estado de ánimo me viene a la cabeza el título de una película, “Deseando amar” de Wong Kar-wai (en inglés es “In the Mood for Love”, y en chino... cualquiera sabe cómo es el título en chino). Ansiando amar y ser amado, ese es el estado en el que se encuentra el oficial; un sentimiento muy humano.

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