Un descubrimiento: Tiene más mérito saber recibir un regalo que darlo. Se lo he leído a A S Byatt, dama inglesa nacida Antonia Susan (comprendo su opción por las iniciales). En uno de sus cuentos dice: (Ella) también cree firmemente que hay más auténtica bondad y cortesía en aceptar regalos de forma agradecida y entusiasta que en hacerlos.
Tiene sentido. Sabía que hacer regalos es más satisfactorio que recibirlos. Haces un regalo y piensas, ah, qué bien que puedo demostrar mi aprecio por esa persona (o en el subconsciente: soy mejor que tú, este regalo que te hago lo demuestra). Sí, hacer felices a los demás, eso está bien. Ernst Junger al respecto: si prescindo de mis bienes en favor de otro, los pierdo solo en apariencia: la pérdida exterior se convierte en ganancia interior. El que da se queda a gusto, más que el que toma.
El receptor, por su parte, también fluctúa en sus sensaciones. Agradece el regalo, piensa: me aprecia de verdad, se ha tomado la molestia y se ha gastado un dinero. Pero a menudo también pasa que el regalo no le parece gran cosa, o no le gusta en absoluto, lo acepta con una media sonrisa y comenta un desganado no tenías que haberte molestado. O están los peores casos en los que alguien en vez de alegrarse y agradecer se resiente, maldito perdonavidas, ahora creerá que le debo una, que es mejor que yo. Por eso el mérito mayor es el del que sabe recibir un regalo y agradecerlo de corazón.
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