Hace unos setenta años de los “angry young men”, los “jóvenes airados”, un grupo de escritores ingleses enfadados con la tradición británica. Todos hombres, ¿dónde estaban las chicas? Por suerte los tiempos siguen cambiando, aunque sea poco a poco.
Hay un libro de Rebecca Solnit con un título que me gusta. Un título irónico y clarificador: Los hombres me explican cosas. Creo que soy feminista y si no puedo o no me dejan serlo o no está claro qué es ser feminista, diré que estoy a favor de las mujeres. Porque todos somos humanos —eso también— pero sobre todo, sospecho, porque he tenido dos hijas.
Conozco ese tipo de ente masculino intoxicado de testosterona que se comporta como un primate que teme no llegar a reproducirse. Los veo como un peligro por, entre otras cosas, como apuntaba Odile, su dudosa capacidad para amar. Digo “ente masculino” porque “hombre” es otra cosa. Si Dios lo hizo a su imagen y semejanza —que no lo sé—, no pudo hacerlo así, metrosexual e idiota. En cuanto a las mujeres, sí que pudo hacerlas así, resueltas y feroces; pero también, es importante, afables y compasivas. Por todo esto mis simpatías están con el club de las escritoras airadas que se reúne aquí (en el taller de escritura) los miércoles.
Ahora, un par de observaciones. Si hay una epidemia de varones impresentables también es en parte por la existencia de su tipo femenino equivalente. A unos y a otras los podemos ver en redes sociales y en concursos televisivos. Una característica común es que nunca los verás leyendo un libro. Por otro lado, no debemos olvidar que del mismo modo que no hay comportamientos perfectos, tampoco existen los comportamientos perfectamente imperfectos. Hasta el peor criminal tiene sus rasgos entrañables y si leer es bueno, no leer no tiene nada de malo.
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