miércoles, 11 de junio de 2025

Fachada

    Aunque es el aula el escenario oficial para la educación de los alumnos, el patio del colegio es también un lugar de aprendizaje y allí pudo ser donde K adquirió las destrezas sociales que le ayudarían a sobrevivir durante toda su vida. O a vivir, sin más, si rebajamos el dramatismo. Así lo dedujo en su fuero interno a lo largo de los años.
    En el patio se reproduce, a pequeña escala y de forma más o menos incruenta, el drama de la vida que desde los albores de la humanidad se ha representado primero en la selva y ahora mismo en internet, exagerando un poco. K. aprendió pronto a protegerse simulando una actitud afable con todos, contemporizadora con los fuertes, a los que odiaba, comprensiva con los débiles, a los que despreciaba. Llegado el momento, eligió sus estudios desde el punto de vista práctico y pronto se convenció de que lo más conveniente para sus intereses coincidía con su auténtica vocación.
    Por puro interés personal formó una familia modélica. En casa era atento con su mujer, ayudaba en las tareas domésticas y se esforzaba en la educación de los hijos. Por otro lado, desarrolló una brillante carrera profesional recurriendo a las mismas tácticas que le habían servido en la jungla de la adolescencia. Seguía las directrices de los jefes sin un mal gesto y era paciente y comprensivo con sus subordinados.
    Perfeccionó tanto esa fachada que había decidido mostrar al mundo que ni un solo mal gesto, ninguna burla sardónica, ningún insulto mascullado traspasaba las barreras que separaban su mente del exterior. Nadie lo sabía, pero en él se cumplía lo que escribió una vez Elizabeth Bowen: Hace las cosas más hermosas por motivos depravados (she has depraved reasons for doing the nicest things).

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