viernes, 20 de junio de 2025

Teorizo

    Se suele decir que no se puede elegir la familia pero sí los amigos y es cierto, en parte. Uno no elige a su familia al nacer, claro; tampoco le preguntan, recién nacido, qué le apetece para desayunar o si prefiere los patucos blancos o los grises. Si todo va bien uno no elige nada hasta una cierta edad. Luego sí, puede elegir, dentro de un orden; hay que reconocerlo.
    Uno puede escoger a sus amigos más o menos. Los puede elegir entre la gente que le pilla cerca y que además, a su vez, le quieren elegir a él como amigo. Es como lo de la igualdad de oportunidades; sí, de acuerdo, en una democracia auténtica el estado ofrecerá becas para que los capaces puedan estudiar. Sin embargo, la realidad es que no todos partimos con las mismas oportunidades. Incluso habiendo becas, en la carrera de la vida unos salen de abajo del todo de la montaña y otros ya han subido en el funicular propiedad privada de su familia casi hasta arriba y lo que hacen es darse un paseíto hasta la cumbre.
    La comparación, me doy cuenta tarde, no sé si tiene mucho que ver. Puede que sí, aunque sea desde un punto de vista indirecto. Y luego está —para desviarme un poco más del tema, o tal vez para centrarlo, who knows— la elección más importante de la vida, en ese aspecto de las relaciones, que es la elección de la pareja, de la única o de cada una de ellas. La pareja es a la vez amistad y familia. Aún diría más, es la mayor de las amistades y la familia más importante; aunque no deje de ser familia política.

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