Si lo piensas bien, ni lo uno ni lo otro existe en la realidad. El primer número es el uno; del mejor en algo se dice que es el número uno, no el numero cero, que es nada. Y al infinito todavía no ha llegado nadie. El cero y el infinito son solo dos ideas abstractas. Aplicado a las ciencias sociales la ortodoxia pura, de izquierdas o derechas, es una utopía.
Pero bueno, ahí están los puros, ahora también, como siempre (hoy es siempre todavía). A los nuevos-viejos comunistas les gusta vestir de negro, las pancartas gigantes y las banderas rojas. Súmale la frescura de la juventud y que en las fotos aparecen serios de la muerte (hay peligro de que la estética se imponga a la ética, ya ha pasado antes).
Uno se pone al final —o al comienzo— del espectro y se siente bien, no hay nadie más allá. No hay nada menos nada que cero, ni nada más algo que infinito. Como número, si soy cero o infinito soy intocable, soy puro, poseo la verdad absoluta; y tanto el 12 como el 875 son dos flojos pusilánimes. Lo entiendo, lo respeto, tiene su parte admirable, pensemos en los santones y en los mártires; pero cuidado, sin violencia: ninguna forma de violencia, por favor.
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