lunes, 29 de diciembre de 2025

El frío

    Esta mañana, al salir de casa, el frío me ha mordido en la nuca. Ha llegado el invierno y por una parte me alegro, por lo del cambio climático (será bueno que haga frío) y por otra me asusto, llega el general Invierno, el que derrotó a Hitler y a Napoleón y del que no me gustaría ser víctima. Esta mañana me ha mordido el frío, collons, y me he apresurado a colocar bien el cuello del anorak y cerrar hasta arriba la cremallera pensando, con alivio, que por lo menos no llovía.
    No recuerdo que de pequeño —hace tanto tiempo— sintiera frío, así de decir. En casa no había más calefacción que una estufa de gas, butano creo que era. En la escuela también había una estufa, de leña, nada más. Claro que nuestra madre nos abrigaba para ir a la escuela y eso. Una vez quiso comprarnos unos pasamontañas pero nos negamos en redondo, nos daba vergüenza, mira que bobada. No me recuerdo nunca tiritando, ni el frío ni el calor fueron relevantes en mi primera infancia. Lo atribuyo a la vitalidad de los pocos años; o igual es que lo he olvidado, sin más.
    Ahora, tenemos calefacción con radiadores y una caldera de gas en el tendedero —ya vieja pero en perfecta forma— que mantiene la casa a 20 grados, como recomiendan, una temperatura estupenda para estar más o menos quieto, con un jersey ligero, haciendo lo que sea, leer, ver una película, teclear esto en el ordenador. Por la noche la apagamos. Es el estado de bienestar… para los privilegiados; eso quería decir, que soy consciente de nuestra suerte y de que cada año el general Invierno se sigue llevando a mucha gente por delante.

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