martes, 13 de marzo de 2007

Las lenguas

Los idiomas se vienen rodando desde que el hombre es hombre. Pobres aquellos que no tuvieron palabras para expresar todo lo que les bullía en la cabeza. Las lenguas muertas son fascinantes cadáveres en los que hurgar, con tanta o más información de la que sacan los forenses de CSI. Las lenguas vivas ya no es que rueden; vuelan, se disparan en una maraña de letras y sonidos rebeldes. Donde hace, digamos, treinta años un puñado de guionistas tecleaban una Remington ("si la novela se puede escribir, esta Remington lo hará" decía Tom Robbins en un prólogo), hoy pléyades de equipos y algunos solitarios buscan y encuentran una y otra vez un giro más, otro chiste, el más sutil sobreentendido. Los idiomas nos conceden la gracia de intentar transformar pensamientos en frases inteligibles y, en unos pocos casos, de conseguir relámpagos que iluminan la oscuridad.

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