miércoles, 21 de octubre de 2020

Comidas familiares

Estás en una comida familiar y la abuela acaba de poner, en el centro de la mesa, una fuente repleta de langostinos. Tres versos en métrica libre, ¡bota Javier! No fue así exactamente, pero el tema propuesto sí era “una comida familiar”; y hubo una mención de Íñigo referente a unas gambas, estoy seguro. Por subir el listón las he sustituido por langostinos. Bueno, he puesto langostinos porque no suelen faltar en nuestras celebraciones. A menudo acompañados por el comentario de que una vez, en un restaurante, un comensal se bebió el tazón de agua con limón que sacan a veces para limpiarse los dedos. Es uno de esos cuentos apócrifos de la familia (que, lo siento Natalia, no me dan para un libro). En casa no llegamos a esa exquisitez del agua con limón; un rollo de papel o un trapo de cocina son suficientes. Y, en realidad, los langostinos nos los encontramos ya en el plato, con los entremeses. Para acompañar, dos opciónes; mayonesa o vinagreta. Mi elección suele ser juntar en un bocado, pinchando con el tenedor en este orden, un trozo de espárrago, una aceituna rellena, y un langostino bañado en vinagreta. La fuente se utiliza en sentido inverso, para dejar las cáscaras según se van pelando. Así que lo que hacía mi madre era retirar una fuente a rebosar de cabezas y cáscaras de langostino, unos restos siempre algo siniestros de ver. ¿A quién le importa todo esto? A nadie, a la familia, a mí. Todas las familias felices se parecen; las infelices, cada una lo es a su manera. Grande Tolstoi; pero aquello fue un efecto pirotécnico para empezar una novela, nada más. Durante mucho tiempo me preguntaba cómo serían de verdad las demás familias, no conocía otra que la mía. Ahora tiendo a pensar que todas las familias son iguales y, al mismo tiempo, cada familia es única; es una especie de misterio teológico. Tenemos en el cuarto una fotografía enmarcada de hace unos veinte años. Es la familia en su momento de máxima expansión, como el Imperio Romano en tiempos de Trajano. Dieciséis almas, desde el patriarca, mi padre, a los setenta y tantos, hasta un sobrino recién nacido. Está sacada un día de verano antes de sentarnos a la mesa; qué otra cosa hemos hecho a lo largo de los años que juntarnos para comer. Tantas comidas familiares...

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