Vuelvo, a mi edad, a la Universidad, y asocio esta vuelta con
“Retorno a Brideshead”, la novela de Evelyn Waugh. Los protagonistas son
estudiantes de Oxford. Esto no es Oxford; pero, de alguna manera, lo evoca.
Eso pienso cuando me cruzo en los pasillos con los
estudiantes. Claro, que en realidad solo vuelvo al taller de escritura, no
estudié aquí antes. Nunca es tarde para la Universidad (quién fuera a Oxford). Dicen que
Sócrates, esperando que le prepararan la cicuta, que estaba condenado a beber,
pasó el tiempo practicando con la flauta una pieza bastante complicada. ¿Para
qué?, le preguntaron, para saberse la melodía antes de morir. Demasiado redondo
para haber sucedido de verdad. Pero en su esencia la anécdota debe ser cierta.
Platón, en uno de sus diálogos, cuenta los últimos días de Sócrates (o los
recrea en plan filosófico). Allí dice que, los días previos a su muerte, se
dedicó a componer versos, algo que no había hecho nunca. Explica que lo hace
para responder a un mandato que le parece recibir como en sueños. A falta de otra
cosa, se le ocurre poner en verso algunas fábulas de Esopo. Igual viene de ahí
lo de la flauta, el espíritu es el mismo. Siguiendo con las asociaciones de
ideas, me acuerdo de una esquela que vi una vez, de un hombre de ochenta y
tantos, y que, debajo del nombre, como información relevante, decía: “Ex-alumno
de Salesianos”. Alguien pensó que eso era lo más representativo que se podía
decir de él, que había sido alumno de los salesianos. Pensándolo ahora, tal vez no le faltó razón y sea para eso para lo que hemos
venido al mundo, para ser alumnos sempiternos, para emular a Sócrates y
aprender por aprender. O intentarlo al menos.
domingo, 18 de octubre de 2020
Retorno a la Universidad
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