jueves, 3 de diciembre de 2020

Creer o aprender

Un chiste adaptado al mundo literario: No me han llamado las musas por los caminos de la poesía. ¿Y por los de la prosa? Por los de la prosa tampoco. Habría que decir “la buena prosa”, ya que prosa es lo que practica, a veces sin saberlo, todo el que habla y/o discurre; en especial, dentro de la prosa, el diálogo y la voz interior (lo demás es artificio, o sea literatura). A la prosa se dedicó, sobre todo, Josep Pla; en catalán, aunque también escribió en castellano. Su libro “Notas del crepúsculo”, del crepúsculo de su vida, empieza con esta frase: “Es mucho más cómodo y fácil creer que aprender, que conocer”. Todo un acierto. Lo repito un poco más claro: Es más fácil creer que aprender. Y es que eso es lo que hacemos los “ignoramus”, creer esto o lo otro, intuir más que constatar. El atenuante que alego en mi caso es que mantengo todas las reservas sobre mis “creo”s. Creer no es suficiente como sistema de pensamiento. Inciso, dicen que tenemos 60.000 pensamientos al día y que casi todos son negativos (y algunos impuros, añado). Muchos pensamientos me parecen; siendo tantos los llamaría unidades cognitivas, o algo por el estilo. Un pensamiento debe ser algo más elaborado, supongo. Vuelvo al tema. Creer es para perezosos; lo humano es aprender, sabiendo que es la tarea de nunca acabar y que a la vez vas olvidando. Ampliando la perspectiva, el ser humano empieza de cero en cada generación (en cada uno de nosotros) y tenemos que aprenderlo todo de nuevo, y a ser posible ir un poco más lejos (y eso lo consiguen cuatro). Es el mito, o más bien la maldición, de Sísifo; que, no sé por qué, está de moda, lo citan aquí y allá. El peligro es cuando, eso que crees porque te lo pide el cuerpo, te lo crees demasiado y deduces que los demás están equivocados. En esos casos, tan frecuentes, hay que acordarse del aforismo de Kafka: “En tu lucha contra el mundo, ponte de parte del mundo”.

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