lunes, 11 de enero de 2021

Llamada de un vigilante

Tenía la sensación de que, a la hora de interpretar lo que estaba oyendo, mi cerebro no cambiaba de modo “números” a modo “letras” y viceversa, según fuera conveniente. Acababa por darme cuenta de que estaba medio dormido y que aquel absurdo era una extrapolación del uso del teclado para escribir en el móvil. En la radio hablaba un sudamericano; daba gusto oírle, un tono dulce y un fluir del discurso que te llevaba en volandas. Decía el hombre que él era maestro en su país; pero que aquí, ahora mismo, era vigilante nocturno, que por eso llamaba a esas horas (y que confiaba en que no le estuviera escuchando su jefe, risas). Contaba que se había casado bien joven (así lo dijo) y, la verdad, no creía que hubiera habido amor, con mayúsculas, que él no sabía qué era eso, que llevaba toda la vida dándole vueltas y que por eso mismo había llamado, para preguntarlo. Cariño sí, mucho cariño, y luego ya algo menos. El caso fue que a los pocos años, cinco fueron exactamente, su mujer murió de una pulmonía mal curada. O sea, pensaba él, murió de la miseria, que no daba para calentar las casas en invierno. Así que se quedó viudo, sin hijos y con su humilde trabajo de maestro. Al cabo de unos días, que cualquiera diría que se habían puesto de acuerdo para dejarle un tiempito (así dijo) para enjugar su pena, la misma mañana, y era domingo, se acuerda, dos viudas le llevaron fuentes de comida, un cebiche y unos canelones. Y a la tarde, otra, aunque esta era una soltera un poco mayor, le trajo unos pasteles de frutas. Y ese fue uno de los mejores días de su vida, un día de llorar y reír. Había interés, seguro, pero a él le alegró y le iluminó. Entendió que la vida sigue siempre, y que si no llega el amor, no hay que esperarlo. Porque él le había dicho muchas veces a su difunta “te quiero”, pero nunca “te amo”, y que bien podría querer ahora a una de las viuditas (así hablaba, en diminutivo), o a la soltera (por no repetir solterita), pero que no se había casado con ninguna, por las dudas, y que ahora, tres décadas después, aún no sabía si el amor es cosa de películas y de santas o hay incluso maestros que lo conocen, o lo sufren; que él, la verdad, no tenía ni idea.

No hay comentarios: