domingo, 24 de enero de 2021

Se dijo el Señor

A Dios no le importa que escribamos su nombre con minúscula; dios, Dios, le da igual. Tampoco le molesta que se diga su nombre en vano (tiene que haber algún tipo de malentendido con el segundo mandamiento). Siendo esto así, no parece que nos haya podido hacer a su imagen y semejanza; sería una semejanza muy, muy, muy remota en todo caso. Luego está el problema del género. Problema nuestro, no de dios/Dios; ello/él/ella no tiene ningún problema con el género. Por cierto, una cosa que me he dado cuenta y que creo debo aclarar aquí: todo lo que escribo es completamente en serio. Y otra, simultánea e igual de importante: todo lo que escribo es absolutamente en broma. Lo digo con total sinceridad (serio mortal, dead serious que diría un inglés). Dios es, dicen, el autor del bestseller más duradero de todos los tiempos, la Biblia en prosa. Un libro que ha escrito a través de intérpretes y de los muchos traidores que lo han ido vertiendo de lengua en lengua. Es un longseller de manual, repleto de fantasía, sexo y violencia (la Biblia sí está hecha a nuestra imagen y semejanza). Hay muchas frases en ella que son como piedras de río que han llegado pulidas, redondas, casi perfectas, a nuestros días. Una de las primeras (Génesis 2:18), que no por repetida mil millones de veces deja de ser válida, es esta: “No es bueno que el hombre esté solo”, qué buena frase. Nota: A no dudar, en un futuro no muy lejano cambiará la versión canónica de esta oración. No dirá “hombre”, sino otra cosa que no sé cuál es. Salvando esta consideración, la frase retrata la esencia de nuestra naturaleza; no solo en el sentido reproductivo, sino, y sobre todo, en cuanto a nuestra necesaria convivencia y dependencia mutua más allá de tener o no pareja. Y lo hace con elegancia; ese “no es bueno”, no impone nada, solo comenta. Tampoco afirma que sea malo estar solo, deja ese margen de pensar que se puede estar así también; y que se está de hecho. Pero que, en general, no es bueno.

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