viernes, 15 de enero de 2021

Los elefantes

Por simple observación se puede asegurar que un elefante es más grande que un homo sapiens. Sin embargo, una célula de elefante debe ser parecida, en tamaño, a una célula humana; siendo la célula, de alguna forma, la unidad básica biológica. Así, los elefantes nos ganarían por aplastante mayoría en número de células. Esa “aplastante” superioridad es lo que hace que, por instinto básico, nunca debamos arrimarnos demasiado a un elefante. Una neurona no deja de ser una célula especializada. Desconozco en qué puede diferenciarse una neurona de elefante de una humana, algo me dice que en muy poco. ¿Cuántas neuronas tiene un elefante? La capacidad craneal es un indicador de inteligencia; más o menos, en general. El cerebro del elefante es varias veces más grande que el nuestro, y, por tanto, contiene muchas más neuronas. Por esa sencilla razón, el sentido común me dice que un elefante tiene que ser mucho más inteligente que un ser humano (y no me refiero solo a esos casos evidentes que todos conocemos). Por otra parte, hay que reconocer que, a pesar de esa presunta inteligencia, los elefantes no dominan la Tierra (como dicen que hicieron los dinosaurios, que son un poco sus antepasados, por el tamaño). Hay una explicación; lo que podríamos denominar la tragedia del elefante. Según esa teoría (que estoy desarrollando) los elefantes son seres muy inteligentes que viven atrapados en una fisiología de paquidermo. El desarrollo de su intelecto ha sido mucho más rápido que su evolución física. Su morfología no les permite tener un lenguaje verbal articulado, y la capacidad para la comunicación del sonido que emiten, el barrito, es muy limitada. Tampoco han desarrollado una habilidad manual, y la trompa da para lo que da. La tragedia del elefante es que, detrás de esa fachada de mamífero grande y torpe, dentro de su cráneo, presa e incomunicada, hay una inteligencia en ebullición. Una mente que ha transcendido el lenguaje y se mueve en el ámbito de la abstracción pura; una mente que, sospecho, comprende el mundo mucho mejor que nosotros, pobres homínidos de cráneo pequeño. Esta trágica paradoja explicaría por qué se ha dicho más de una vez que, entre todos los seres vivos, la mirada del elefante es la más triste.

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