domingo, 3 de enero de 2021

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Mi problema con Juego de Tronos. Disculpad que escriba “mi”, pero es que no tengo otro punto de vista. Mi problema con Juego de Tronos es doble. Por un lado, el problema en sí, intrínseco, que consiste en mi renuencia a entrar en ese mundo fantástico de dragones, hechizos y fantasmas. Podría dar por bueno un dragón con mal aliento, fétido incluso, pero uno que echa fuego, francamente, no lo veo. El mundo real ya da para todas las tramas que hagan falta. El problema añadido son los nombres, no me quedo con ellos, necesitaría verlos escritos. Se salvan Invernalia, Desembarco del Rey, Jon Nieve (el primo de Mikel Nieve), y poco más. Y la casa Lannister porque sale mucho y además evoca a Lancaster. Así que me pierdo con los personajes; no sé los grados de parentesco, quién mató a quién, qué maldición afecta a cada cual. Con todo, reconozco que el guión está bien, tiene buenos diálogos y frases ingeniosas. En un momento una niña pregunta: Entonces, ¿no hay siete infiernos? Y le contestan: No, solo hay uno y es este el que estamos. Vaya, este infierno en el que estamos; es sugerente. Una interpretación sería que es a Juego de Tronos a donde iremos los que vayamos al infierno; los que vayan, quiero decir. Que este mundo en el que vivimos sea el infierno, no parece, en general. En todo caso, podría ser el cielo, el infierno, el purgatorio y el limbo; todo a la vez. En cuanto a después de esta vida (o antes, o en paralelo), yo que sé; a mí no me saques de este ecosistema de materia, seres de carne y hueso y pantallas de ordenador.

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