lunes, 15 de febrero de 2021

Contra la guerra

El siglo pasado, el veinte, fue buenísimo para las guerras. Lo digo sobre todo por las dos mundiales, aunque hubo muchas otras en las que también se mató con saña. Este siglo veintiuno ha empezado más flojo, sin que se pueda decir que vayamos mal; en el mal sentido lo digo (igual me estoy liando). De pequeño, inocente, pensaba que las guerras eran cosa del pasado. La última había sido la Segunda Guerra Mundial; acabada esta, el género humano, escarmentado, habría decidido no caer más en ese horrible vicio de matar a lo grande (otra cosa es al detalle). Bueno, aún había habido excepciones, la guerra de Corea por ejemplo. Y la del Vietnam, y la de Biafra, y la de los Seis Días... o sea que no, las guerras no se habían terminado (y me había hecho mayor). No es cinismo, es resignación; el ser humano lleva la guerra en el adn (escrito con mayúsculas canta mucho): sin embargo, casi todo el mundo se declara partidario de la paz. Creo que es un mecanismo de autodefensa; quién querría la guerra, nosotros no, muchas gracias. La guerra sería el último recurso, los ejércitos no están para hacer la guerra sino para prevenirla, “si vis pacem para bellum” decían los romanos (y mira que guerrearon). Ya, no cuela; eso de “el último recurso” nos deja en evidencia, es la confesión de que, llegado el momento, la guerra es inevitable; aunque, como ya habíamos dejado más que claro, nosotros no eramos nada partidarios. La primera obra literaria de la cultura grecolatina es una guerra, la de Troya; y fue por un quítame allá esas pajas (Elena fue seducida por Paris, vaya motivo). Los hombres más admirados de la historia han sido los que han dirigido ejércitos con más éxito: Alejandro, César, Napoleón. La guerra se ha considerado un arte, nada menos. Desde los albores de la humanidad los cachorros humanos hemos jugado a la guerra. Somos así, crucemos los dedos para no encontrarnos nunca con un arma en la mano y otro congénere asustado enfrente. Mientras los niños jueguen a disparar y matar enemigos, lo raro, raro, raro será que no haya guerras. Por mi parte, estoy en contra.

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