miércoles, 24 de febrero de 2021

Leal o traidor

“Dejad la literatura; haréis daño a vuestras familias, los avergonzaréis”, dijo una vez John Banville. Es un consejo a tener en cuenta, aunque se puede interpretar de dos formas (al menos de dos). Una, sería que se avergonzarán de lo mal que escribís; que escribes, que escribo. La segunda, que se ofenderán al verse reflejados en un espejo poco favorecedor (como si la culpa fuera del espejo). Me parece que es este segundo caso al que se refería Banville. Les ha pasado a muchos, diría que a todos los que se han atrevido a escribir de la familia con absoluta sinceridad. Le pasó, por poner un ejemplo concreto, a Hanif Kureishi; que se lamentaba de que su hermana le había dejado de hablar. Eres un falso, Hanif, conoces perfectamente los motivos de tu hermana: eres demasiado sincero, nadie quiere que le cuenten la verdad desnuda. Hace poco he conocido un caso cercano, un amigo que, en un bonito texto literario, contaba en una red social recuerdos de las navidades familiares y el pequeño trauma que le suponían los comportamientos de algunos adultos. La reacción de los parientes, en los comentarios, fue unánime: ellos no recordaban ninguna situación traumática, aquellas navidades en familia eran maravillosas. Bueno, esa es también la misión del escritor, desvelar lo que nadie quiere ver (o es incapaz de ver), señalar la desnudez del emperador.

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