domingo, 29 de agosto de 2021

Copyright

    Veía esta mañana por la ventana de mi cuarto un rectángulo de cielo azul salpicado de pequeñas nubes deshilachadas teñidas de rojo. Una visión encuadrada de la belleza del amanecer, de ese milagro que sucede cada día. He pensado en sacar una foto y me he sentido a la vez culpable por estar a punto de caer en la tentación de ese absurdo, el absurdo de sacar tantas fotos que no van a ningún lado. No he caído porque no tenía a mano el móvil, estaba en la sala cargándose.
    Además de la belleza de ese cielo también ha entrado (por la ventana abierta) el ruido del tráfico de la carretera general y, desde más lejos, de la autopista; el bramor de la civilización. Así me ha salido, bramor, una palabra que no existe, que no creía que existiera y por cuya invención ya me estaba felicitando. Supongo que he mezclado bramido y clamor, dos conceptos relacionados (el mismo mecanismo mental por el que nació “ostentóreo”).
    Pero es tan difícil ser original… He indagado y “bramor” es, como mínimo, el nombre de un dron de reconocimiento y el nick de un youtuber alemán. Y también es una palabra que aparece recogida en un “Vocabulario murciano” publicado en 1919, obra de Alberto Sevilla y colgado en Internet por, ni más ni menos que, la Universidad de Toronto. Dice así: Bramor. Estruendo, fragor. Mi bramor lo había imaginado un poco menos sonoro, más contenido; pero esa era la idea. 

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