Llegamos en autobús a Berlín Occidental y un día pasamos al lado oriental. Había leído historias del muro, de ciudadanos ametrallados a dos pasos de alcanzar occidente; no íbamos tranquilos del todo. La sorpresa fue que pudimos pasar al lado comunista, y, lo más importante, volver al capitalista sin ninguna dificultad. Escribo comunista y capitalista sin intención política. Pasamos en metro, y no vimos que hubiera vigilancia policial por ningún lado. Igual lo he imaginado pero mi recuerdo es que el túnel del metro pasaba exactamente por debajo del Checkpoint Charlie.
Salimos al exterior y nos encontramos en una gran avenida casi desierta, sin tráfico. Era domingo, no sé si sería por eso. Paseamos mirando edificios desangelados. Había que comer y nos metimos en un restaurante húngaro (no iba a ser francés). No me acuerdo del menú, solo de que no hubo goulash. Pagamos con marcos occidentales y las vueltas nos las dieron en moneda oriental. En teoría la paridad era uno a uno, un marco de la República Federal valía lo mismo que un marco de la República Democrática. Cuestión de orgullo, supongo, porque las monedas hablaban por sí mismas; la occidental era una moneda seria, la oriental parecía de juguete. Los hechos son muy cabezotas, pensé, esta es la diferencia entre los dos regímenes sin necesidad de saber de geopolítica. La diferencia económica al menos.
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