martes, 2 de noviembre de 2021

Intermedio

    De las extrañas relaciones entre la memoria, las palabras, los sentimientos y el chisporroteo de las neuronas. Otoño. De un tiempo a esta parte cuando al levantarme miro por la ventana, si el día es bueno, si veo en el cielo los azules, grises y rojos del amanecer, me vienen estas palabras a la cabeza, y medio a los labios, “otro día en el paraíso”, musito; y no sé del todo por qué, es decir un poco sí que lo sé.
    Sospecho que detrás de la frase está la sensación de tregua, de paz provisional, de calma que precede a la tormenta. La sensación de que en los vaivenes de la vida estoy ahora mismo en una fase de tranquilidad que no puede traer cosa buena. No por nada sino por la misma razón por la que después de escampar tarde o temprano vuelve a llover. Por eso me complace esa quietud que veo reflejada en el día otoñal, esa armonía que también percibo en cierto orden doméstico: la ropa doblada, los calcetines parejos, la colcha de la cama estirada.
    Por el mismo mecanismo misterioso acude otra combinación de palabras, que resultan ser el título de una novela rusa que no he leído, “el don apacible”. Apacible, por estos días tranquilos y agradables; y el don que no alude al río, ni a un don de universidad, ni al don que no hay sin din, sino a una persona genérica que en este caso soy yo mismo. Serenidad, sosiego es lo que encuentro en la luz de la tarde que se filtra en la cocina, en el mantel limpio de migas, en los platos alineados en el escurridor, en el acto de guardar los cubiertos, cuchara, cuchillo y tenedor, cada uno en su compartimento.

No hay comentarios: