martes, 23 de noviembre de 2021

El dedo gordo

    El dedo gordo del pie, me acabo de cerciorar, es mucho más grande que el de la mano. De alguna forma, también es mucho más tonto; no ha sabido desmarcarse de sus cuatro colegas, permanece alineado con sus desmedrados hermanos. Lo que hay que reconocerle es el nombre formidable que tiene: Hallux, digno de un héroe mitológico. El dedo gordo de la mano es otra historia. Llamarlo así, dedo gordo, me parece entrañable; tal vez porque es como lo he llamado toda la vida, a pesar de que en algún momento aprendí su nombre más oficial, el pulgar. Es, ciertamente, algo más grueso que sus cuatro compañeros, pero poco más. En cambio, sí es mucho más corto, con su falange de menos.
    Pero el dedo gordo de la mano tiene algo que lo hace muy particular: supo salirse de la fila y plantar cara a los demás, oponerse a ellos en el sentido literal, físico. Lo hizo en un momento crucial para la especie (la nuestra), fue cuando nos pusimos de pie y aumentó el tamaño de nuestro cerebro. No sé si lo uno fue consecuencia de lo otro o al revés; el caso es que, cual patito feo, el gordo o el enano como le llamaban (o a veces el enano gordo) se convirtió en el special one, el dedo oponible que otorga a la mano su capacidad de asir.
    Miro mi mano abierta con el pulgar aparte en ángulo con los otros dedos (que me recuerdan a los hermanos Dalton). Cierro el puño y compruebo que el dedo gordo puede quedarse fuera, haciendo de tapón, o meter la cabeza dentro buscando refugio. Están coordinados los cinco dedos, se llevan bien, pero el que marca el compás es el dedo gordo. Por ejemplo, al contar con los dedos de una mano hasta cinco. Es toda una coreografía, el pulgar toca, yema con yema, primero al meñique, ¡uno!; luego al dedo anular, ¡dos!; sigue el corazón, ¡tres!; y el índice, ¡cuatro!; y ya como final apoteósico, como artistas saliendo a saludar, se despliegan todos los dedos exultantes, ¡cinco!, ¡bingo!

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