domingo, 5 de diciembre de 2021

De la edad

    Las ventajas de cumplir años. La principal es que cumplirlos es la prueba de que sigues vivo. No estoy seguro de que haya alguna más. Que se madura, a veces. Unos maduran y otros no, un poco como los pimientos de Padrón. Ahora bien, a la larga acumulando años (casi) siempre llega un momento en que estorbas. No lo digo por mí que todavía soy joven, joven entre comillas o en sentido figurado o de alguna extraña manera. Por ahora no estorbo, no demasiado. También llega una edad en la que un hombre, o una mujer, se vuelve invisible para el mundo en cuanto a atracción física. Cosas que pasan, pequeñas desventajas frente a la bicoca de seguir respirando. Que quede claro: nadie es culpable de la edad que tiene.
    Bien pensado el número de años que lleve uno sobre la tierra es un dato anecdótico. En general me parece que no somos conscientes de la edad, y solo nos damos cuenta del todo cuando reflexionamos sobre ello o cuando nos vemos en un espejo, con el susto consiguiente. En nuestro interior, en nuestra cabeza, en el hilo de nuestros pensamientos, somos otra cosa, somos una inteligencia atemporal. Ahí es, tal vez, el único lugar en que podemos ser forever young, jóvenes para siempre.
    El mejor ejemplo que se me ocurre, la actividad en la que te miras y te ves reflejado de la forma más atractiva, no es otra que la escritura. El ente más o menos perspicaz que escribe, que da forma a sus divagaciones o narra una historia, no tiene edad, no está lastrado por las leyes de la física, es una especie de espíritu puro. Esa es una de las razones por las que poner palabras en fila con más o menos sentido puede resultar tan reconfortante.

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