miércoles, 8 de diciembre de 2021

La mejor cualidad de un libro

    La mejor cualidad de un libro es la paciencia. Da igual que sea un libro bello o antiestético, que su discurso sea sabio o ramplón; esperará paciente en la estantería de una biblioteca, librería o casa particular. Allí estará, catalogado, localizado y dispuesto a saltar a la cancha en cuanto se requieran sus servicios, bien porque la biblioteca ha recibido una petición de préstamo o la librería una solicitud de adopción (de compra hablando en plata). Los ejemplares más afortunados cuentan con un exlibris, lo que viene a ser una declaración de amor por parte de un bibliófilo o coleccionista.
    Supongo que a un libro le gusta estar limpio y bien conservado, aparentar menos años de los que tiene; pero el tiempo siempre pesa, y los libros también mueren. Un libro dura poco a la intemperie; la humedad, el agua, es mortal, la sequedad también, a la larga. Puede que lo hayas visto en alguna película: un tomo reseco colocado en el centro de una cámara subterránea en un atril iluminado por un rayo de sol que penetra por una abertura estratégica en la bóveda de piedra. El título y el autor son perfectamente legibles, puede que se trate de la obra de un alquimista, o un libro de conjuros o los anales de un reino milenario. Suena una música de John Williams y en el momento en que la mano del explorador que lo acaba de encontrar, el Indiana Jones de turno, lo toca, el libro, que no contiene ni un solo átomo de humedad se desvanece en una nube de polvo.
    Aún así, aún sabiendo que no es inmortal, un libro no tiene prisa, confía en que al final, tarde o temprano, pasen unos años, varias décadas o incluso siglos, llegará el momento en que alguien lo cogerá entre sus manos, lo abrirá, leerá la primera frase y, poniéndonos en lo mejor, en ese preciso instante comenzará una nueva era.

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