domingo, 17 de abril de 2022

A la niña que preguntaba por qué

    Haces bien en preguntar; preguntar es saludable, muy mediterráneo. Una pregunta abre todo un abanico de posibilidades y vale más que la respuesta que elige una y descarta las demás. Me preguntas por qué esto y por qué lo otro. Te voy a hacer una confesión, no se lo digas a tu madre, no sé por qué. Podría aventurar alguna hipótesis o inventarme algo pero siendo sincero te diré que en general no sabemos el porqué de las cosas. Hay un libro, de Quim Monzó, que se titula así, “El porqué de las cosas”. Tal vez debería leerlo, por si aclara algo; aunque igual ya lo he hecho y no me acuerdo. Esa es otra razón por la que no sabemos los porqués, porque se nos olvidan.
    ¿Por qué silla se dice silla y mesa, mesa y no al revés? Lo he estado pensando. Pensar en otra cosa es entretenido porque así no pensamos en lo de siempre. Silla se dice silla porque si la llamáramos mesa sería un lío, ¿no? Es broma. Un poco más en serio, puede que no haya una razón convincente para que silla se diga silla pero tampoco debe de haberla para que no se diga. Empate técnico. Ahora, en serio serio, creo que hay una explicación que podría valer para muchos porqués. Silla, como casi todas las palabras, es la flor casual que ha brotado a partir de una raíz lejana en alguna lengua muerta y olvidada. Silla se dice silla por casualidad, la misma casualidad que bien puede estar en el origen de todos los porqués, de todas las cosas, de todos nosotros.

No hay comentarios: