viernes, 29 de abril de 2022

Tesis

    Sostiene la doctora que cada episodio de la vida, cada experiencia, cada situación lleva dentro, al margen de lo evidente y de todo lo demás, dos aderezos importantes: un puñado de verdad y una cucharada de terror. Luz y oscuridad, algo que nos ilumina y algo que nos asusta.
    Como casi todo, este no es tema que se pueda explicar solo con la razón. La razón no parece ser suficiente para mantener el tipo en la vida, abarca poco y acaba limitándose a sí misma y convirtiéndose en cerrazón. La razón, ella sola, es deprimente; nos pone botas de plomo como las de los buzos y solo nos sirve para mantenernos bien pegados al fondo del mar de la existencia. Nos tendremos que valer de otros medios si queremos ver más allá de ese cielo encapotado.
    Sostiene la doctora que uno de esos medios es, o puede ser, la imaginación poética, que es una prolongación de la razón más desmadrada, un poco loca. De alguna manera la poesía es metafísica instantánea, como escribió el filósofo. Esa imaginación poética se desdobla en dos fuerzas complementarias en el tiempo que son las que nos ponen alas en los pies, como las de Mercurio el mensajero de los dioses. Esas dos fuerzas son la añoranza y la esperanza, dos hermanas siamesas unidas por la espalda que miran en direcciones opuestas. La esperanza otea el porvenir e inventa el futuro, la añoranza evoca lo vivido y reinventa el pasado.

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