sábado, 4 de junio de 2022

Miedo a la oscuridad

    Con pocos años nos dejaban la luz del pasillo encendida y la puerta del cuarto entreabierta porque nos daba miedo la oscuridad. Nunca pregunté pero supongo que pasados pocos minutos ya estábamos dormidos y mi padre o mi madre apagaban la luz. Debíamos de dormir como lirones. Hoy ni duermo tan bien ni me da miedo la oscuridad, o no tanto. Tampoco tengo miedo a los fantasmas ni a los muertos vivientes, ni lo tendré mientras no me encuentre con alguno.
    Miedos sigo teniendo; miedo al sufrimiento, miedo a la violencia, a las alturas (a caerme de esas alturas). También tengo miedo a la muerte pero lo pienso y concluyo que solo hay que tener miedo, con razón, a la muerte de los demás. Que se muera otro siempre hace sentir algo de alivio culpable (aún no me toca) pero cuando ese otro es alguien cercano se sufre, sí. Más si esa vida ha sido más breve de lo que se esperaba, si la muerte ha llegado a destiempo. Morirse uno mismo, una vez pasado el trance, no nos va a causar más dolor ni físico ni psíquico, me parece. Esa si que va a ser la oscuridad definitiva.
    Todas las vidas se acaban pero mientras duran son eternas. La suerte nos puede dar una vida larga y lo mejor que le puede pasar a una vida larga es que se acabe. Está bien morirse (a su tiempo) porque la vida solo existe porque existe la muerte y la muerte solo existe porque existe la vida. Y si no existieran la vida y la muerte no existiría nada. Gracias por tanto a la vida y a Mercedes Sosa; y gracias también a la muerte; por estar ahí, por hacer posible la vida.

No hay comentarios: