lunes, 13 de junio de 2022

Tormenta

    Ningún invento humano ha superado a la lluvia. Lo dijo Mary Oliver que era poeta y lo repito aquí porque es verdad; incluso cuando cae como una catarata desinflada, en la genial expresión de Aroa Moreno Durán (en su novela “La hija del comunista”). Entre las modalidades de lluvia mi preferida es la tormenta de verano. Una subcategoría es la tormenta de verano en primavera. Es que lo tiene todo, atañe a los cinco sentidos con sus relámpagos y truenos, el olor a ozono y a tierra mojada y el agua que cae, que jarrea (es bonito “jarrea”), el agua que si las condiciones (la temperatura y la polución) lo permiten podemos dejar correr por la piel y los labios.
    Eso pasó ayer y ha pasado esta noche (qué bien oírlo desde la cama) y ha seguido intermitente por la mañana. Tormentas honestas que avisan con sus nubarrones negros en la distancia y algún que otro resplandor que pone en marcha mi cronómetro mental; mil uno, mil dos, mil tres, mil diez, hasta que llega el trueno y puedo calcular, más o menos, que el rayo ha caído a unos tres kilómetros y medio (pero, ¿ha causado algún daño?). Así que da tiempo de refugiarse y abrigarse si hace falta y de disfrutar con el espectáculo de luz y sonido, y de la cortina de agua que cae bien inflada en el momento álgido del fenómeno. Claro que la suerte es que por aquí las tormentas no suelen ponerse desagradables convirtiéndose en huracanes o tornados. Como llegan se van; cesa la lluvia, se alejan los resplandores, el retumbar de los truenos se va apagando y ahora resulta que el cielo es azul azul.

No hay comentarios: