jueves, 5 de enero de 2023

Redondilla

    Tengo un problema: solo puedo hablar por mí. No se trata de narcisismo sino de una forma de honestidad, espero. No sé cómo viven sus vidas los demás ni lo que recuerdan de su pasado. En mi caso me acuerdo de poco, o dicho al revés he olvidado casi todo. Ignoro las reglas que rigen los mecanismos de la memoria.
    Así, por lo que sea, no me acuerdo de nada antes de los cuatro años. Entre los pocos recuerdos a esa edad está una escena en la que me veo en casa, sentado a la mesa de la cocina, con un lápiz en la mano, inclinado sobre un cuaderno reglado y trazando diligente palote tras palote supervisado por mi abuelo que está de pie a mi lado.
    Palotes, no sé si aún se estilan como paso previo a la escritura, creo que no. Para quien no lo sepa, hacer palotes es, o era, dibujar a lo largo del renglón filas de rayas verticales o inclinadas, ora a la derecha ora a la izquierda, del tamaño de las futuras letras. Deduzco que tendría cuatro años porque aún no iba a la escuela.
    Aunque ahora parezca un desatino, cinco años era la edad de escolarización entonces. Supongo que habrá opiniones para todos los gustos sobre si eso fue bueno o malo. La realidad es que hemos salido como hemos salido, hijos de nuestro tiempo, como todos. Los palotes hacían que luego en la escuela partiera con la ventaja de saber cómo sujetar el lápiz y cómo deslizarlo con la fuerza justa para dejar la huella de la mina sobre el papel. No es poca ventaja.
    La forma correcta de sujetar el lápiz es apoyándolo en el dedo corazón y guiándolo con el pulgar y el índice, más con el índice que es el dedo que queda más próximo a la punta del lápiz. Confío en que esto se siga enseñando en las escuelas porque sencillo como es, si te fijas, verás que hay gente que lo hace de otras formas que complican la escritura.
    También hacíamos caligrafía, que no me aprovechó tanto; no tengo buena letra. Hay un par de personas que ya no están a las que recuerdo con nostalgia entre otras cosas por su esmerada letra. Un saludo final para los zurdos y, en especial, para las zurdas.

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