jueves, 26 de enero de 2023

Seamos comprensivos

    Cuando abrí este blog y me puse a rellenar los “datos personales” no lo pensé mucho. No consideré que tuviera mayor importancia y solté sin más lo que se me ocurrió en el momento (una forma de actuar que a menudo resulta ser lo mejor). Me quedó esta “introducción”: Todo es difuso y lo natural es equivocarse; así que seamos comprensivos. Parece que fue anteayer y el 2 de febrero hará dieciseis años. El caso es que la frase sigue ahí y me sigue pareciendo válida.
    Puede que no haya aprendido nada en este tiempo, la bruma se haya extendido un poco más y todo sea aún más difuso. Por ejemplo, no sé si ser buena persona es mérito propio o más bien algo innato, sin ningún merecimiento por nuestra parte (la parte de los que sean buenas personas). Otra duda, el grado de egocentrismo, de qué depende, por qué cuanto más egocéntrico es uno menos consciente es de ello, cómo de egocéntrico soy yo mismo, a cuantos he herido sin darme ni cuenta.
    Otra más, la sospecha de que somos mezquinos en nuestro interior y el mal ajeno nos consuela aunque enseguida lo rechacemos horrorizados. Alguien lo decía hace poco: cuando cuentes algo tuyo, un éxito o un fracaso, fíjate en la primera reacción del que te escucha. Una reacción que suele ser muy breve, apenas un instante, y que suele consistir en un gesto fugaz de complacencia en tu fracaso o de disgusto en tu alegría. Luego compondrá la expresión de acuerdo con las normas de urbanidad.
    No es cinismo, o sí, no sé, pero a veces pienso que si no somos buenos, buenas personas, lo mejor es que lo finjamos. Viene a ser lo mismo. Si somos pesimistas y no es porque seamos optimistas bien informados sino porque el tiempo pasa y sospechamos de todo, si lo vemos todo negro, busquemos en donde sea, en la belleza del mundo, en los libros o, sobre todo, en las personas buenas —o que lo fingen muy bien— y no nos amarguemos. Menos aún por escrito en un blog, no lo abrí para eso. En fin, seamos comprensivos.

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