lunes, 11 de septiembre de 2023

Tonos, ecos, matices, sutilezas

    Lo dice Coetzee en su última novela, “The Pole”: given that there must be tones, echoes, nuances, subtleties in the Polish that no translation can ever transmit... Mariana Dimópulos lo traduce: puesto que debía haber tonos, ecos, matices, sutilezas en el polaco que ninguna traducción podrá transmitir jamás…
    Hay algo fascinante en la traducción. El autor escribe algo y el traductor lo reescribe en otro idioma perpetrando su traición. A veces lo mejora, también pasa. Si se trata del manual de una lavadora poco importa, si hablamos de literatura la cosa se complica.
    No basta con que las frases signifiquen lo mismo, se supone que el texto literario contiene también belleza, ritmo, sentido musical. ¿Se puede eso conservar? Mi impresión es que es muy difícil y que la traducción es otra obra literaria cuyo mérito o demérito se debe en buena parte al traductor.
    Flaubert escogía con sumo cuidado cada palabra (le mot juste) para conseguir la oración perfecta (he leído en algún sitio —igual era broma— que en opinión de su madre Flaubert estaba desperdiciando su vida fabricando frases). Ahora, esto lo hizo en francés, el idioma que se hablaba y se escribía a su alrededor, y con la idiosincrasia francesa de fondo. Mucho me temo que la mayoría de las sucesivas traducciones de Madame Bovary —y de cualquier otra novela clásica— al castellano hayan sido, hasta hace no mucho, auténticas masacres literarias.
    Hay otra forma de traducir: la traducción literal, verter en el otro idioma palabra por palabra lo que se escribió en el original. Es lo que hizo Nabokov con la novela en verso de Puskhin, Eugenio Onegin, olvidarse de la rima y escribir en inglés un texto aséptico desprovisto de gran parte de la belleza del original. No me convence, leer algo así es como conocer el argumento de una ópera sin llegar a escucharla.

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