martes, 20 de febrero de 2024

Literatura en las esquelas

    En las esquelas también hay literatura. Pasa cuando alguien se rebela contra la fría uniformidad de la prosa necrológica. He aquí tres ejemplos reales de las últimas semanas.
    El primero. Tras el nombre del fallecido la esquela comenzaba: Muy a su pesar nos dejó… Con todo el respeto al redactor me hace gracia esa constatación de las ganas de vivir del difunto que, seguramente sin querer, también deja translucir un toque irónico.
    Segundo caso. Después de los datos habituales dice: Te extraño, tanto que si lo supieran ahí arriba te dejarían venir a visitarme. Extrañar a alguien que ha muerto entra dentro de lo normal, la continuación ya pertenece al terreno de la literatura religiosa o fantástica. Para el autor el fallecido sigue existiendo y está “ahí arriba” (una convención geográfica muy extendida por otra parte). Además ya metidos en cuestiones teológicas aventura que son más de uno los entes que “ahí arriba” dirigen el cotarro. No puede ser Dios; porque Dios, por definición, sí sabe cuanto lo extraña. En fin, que la parrafada es sugerente y divertida, además de emocionante.
    La tercera, y última por hoy, es esta doble frase que cierra una esquela de hace un par de días: Oyó, vio y calló. E hizo bien. Da qué pensar. Mi primera reacción fue negativa, se diría que al callar quiso evitarse problemas, que se escabulló, que igual debería haber denunciado lo que sea que vio y oyó. Pero luego he pensado que no, que el mensaje es una reivindicación de la prudencia. Simpatizo con ese criterio de no hablar demasiado, de medir las palabras y acogerse siempre que sea posible al comodín del silencio.
    Pero hay más posibilidades. Tal vez la explicación es más sencilla: era algo que el muerto repetía con asiduidad y los familiares lo recuerdan como detalle entrañable. También he pensado, y puede que ya sea mucho suponer, que teniendo en cuenta su edad el hombre sufriría de niño la guerra y luego la posguerra y toda la dictadura, y en aquellos tiempos sobrevivir podía depender de cumplir a rajatabla con la norma de estar bien atento a todo lo que pasaba y guardarte tus opiniones.

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