jueves, 29 de febrero de 2024

Iboprufeno

    No, si lo he puesto así adrede. El Ibuprofeno es un semidesconocido para mí, no sé si he llegado a tomarlo alguna vez. Como no lo había visto nunca escrito no entendía bien la palabra, Iboprufeno me parecía, ¿no suena mejor? Pero no, es ibu, ibu. Ahí va la noticia, leída el otro día en el periódico —que es ese hilo que aún me une, tenuemente, con el mundo, con la hipotética realidad—: en este país, en este estado que contiene varios países, en esta península ibérica menos Portugal —ya te estarás situando—, en este bendito/maldito territorio europeo, hay ocho millones de personas, ocho, que consumen dosis diarias superiores a lo recomendado de Ibuprofeno.
    Ocho de cuarenta y siete millones de habitantes, la sexta parte, espera que haga la cuenta, diecisiete por ciento, más o menos. Claro que no estás seguro, quién lo ha dicho, cómo han hecho la cuenta. La mitad de las noticias cuando profundizas se vienen abajo, suele haber muchos matices por aclarar. Pero bueno, algo habrá.
    Ahora, atención, esto no incluye a la gente que también toma ibuprofeno pero en las dosis recomendadas. Pensemos que al menos la mitad de los pacientes hace caso y sigue el consejo facultativo. Esto supondría que hay en total unos dieciséis millones de consumidores de ibuprofeno. Quedo atónito, uno de  cada tres.
    Detrás del dato frío, desnudo, discutible, hay malestar, dolor, males físicos. O también psicológicos, líos que nos armamos en la cabeza, a veces con razón, otras por no se sabe qué. Sea como sea, mucho Iboprufeno me parece. Peor es el fentanilo, sí, claro, pero aún así.

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