Me despierto en medio del sueño pero todavía metido en el papel; estoy triste, desanimado. Tengo que hacer un ejercicio de voluntad para convencerme de que no hay razón para sentirse mal. El escenario, pienso ahora, debía de ser el piso que alquilaron mis padres durante varios veranos. Ni mi hija mayor ni mi cuñado número dos estuvieron nunca allí. Mi madre hace unos años que murió. El chico desconocido se parecía a alguien con el que trabajé, un tipo listo y amable en el que sin embargo algo no encajaba.
Me vuelvo a preguntar qué hay detrás de todo esto que me ha pasado en sueños, que he vivido de alguna forma. Hay un precedente, sí, lejano, de mi adolescencia. Ese recuerdo ha estado todo el rato flotando en el ambiente, en el subconsciente del sueño.
Era verano, estábamos en aquel mismo piso y por algún examen, creo, estuve fuera un par de días. A la vuelta me enteré de que, en mi ausencia, habían hecho una chocolatada junto al río. Puede parecer idiota, es idiota, pero me dolió. Me hubiera gustado mucho estar allí, comprobar el espesor del chocolate, untar en él pan con mantequilla,, beber a sorbos el chocolate caliente, limpiarme la comisura de los labios. Pero no estuve. Nadie le dio ninguna importancia y nada dije, pero me dolió. Tantos años después lloro desconsolado en un sueño
martes, 29 de octubre de 2024
sábado, 26 de octubre de 2024
El llanto (1)
Los sueños también son cosas que nos pasan. Estamos en familia pero no sé bien donde. Están poniendo el mantel en una mesa minúscula. Vamos a estar muy apretados. Mi cuñado dice algo en su habitual tono pausado (mi cuñado número dos, diríamos). Ahora la mesa es grande y comento que es mejor así, aunque sobre mucho espacio. Pero vuelve a aparecer la mesa pequeña. Hay un chico que no conozco ayudando. Me siento un comparsa y les dejo a su aire.
Pasa un rato, he estado entretenido y me doy cuenta de que ya son las tres. La casa está en silencio. Me extraña, nadie me ha avisado para comer. Voy a ver y están en la terraza. Intento salir, pero la puerta se abre hacia afuera y tropieza con una silla. Oigo sus voces y risas. En la silla que obstruye la puerta está sentada mi hija mayor a los catorce años. Le pregunto, por la rendija, si ya han comido y me lo confirma risueña. Nadie ha debido de echarme en falta.
Voy a la cocina y me salen las lágrimas. Mi madre está secando y guardando los platos y me dice que no es para tanto. Me siento a la mesa de la cocina y me dejo llevar por el llanto. Lloro y razono a la vez. No acabo de entender por qué lloro tanto; no lloro nunca, o casi nunca. A la vez, me está sentando bien el desahogo, como si fuera algo que llevaba tiempo necesitando: Llorar también es un placer. Me siento triste y en paz a la vez. Me estoy compadeciendo de mí mismo.
Así estoy, llorando a moco tendido, con los codos en la mesa y las manos abiertas sobre la cara. Pienso sobre lo que acaba de decirme mi madre, que no es para tanto, y la admiro por su serenidad y porque no se queja, aunque los alegres comensales le hayan dejado todo el trabajo. Por la puerta de la cocina asoma el chico desconocido. Al verme en pleno drama pone cara de circunstancias y se retira con disimulo. Me pregunto si todo esto quiere decir algo, si dice algo de mí, de mi vida, de mi pasado, de mi familia.
Pasa un rato, he estado entretenido y me doy cuenta de que ya son las tres. La casa está en silencio. Me extraña, nadie me ha avisado para comer. Voy a ver y están en la terraza. Intento salir, pero la puerta se abre hacia afuera y tropieza con una silla. Oigo sus voces y risas. En la silla que obstruye la puerta está sentada mi hija mayor a los catorce años. Le pregunto, por la rendija, si ya han comido y me lo confirma risueña. Nadie ha debido de echarme en falta.
Voy a la cocina y me salen las lágrimas. Mi madre está secando y guardando los platos y me dice que no es para tanto. Me siento a la mesa de la cocina y me dejo llevar por el llanto. Lloro y razono a la vez. No acabo de entender por qué lloro tanto; no lloro nunca, o casi nunca. A la vez, me está sentando bien el desahogo, como si fuera algo que llevaba tiempo necesitando: Llorar también es un placer. Me siento triste y en paz a la vez. Me estoy compadeciendo de mí mismo.
Así estoy, llorando a moco tendido, con los codos en la mesa y las manos abiertas sobre la cara. Pienso sobre lo que acaba de decirme mi madre, que no es para tanto, y la admiro por su serenidad y porque no se queja, aunque los alegres comensales le hayan dejado todo el trabajo. Por la puerta de la cocina asoma el chico desconocido. Al verme en pleno drama pone cara de circunstancias y se retira con disimulo. Me pregunto si todo esto quiere decir algo, si dice algo de mí, de mi vida, de mi pasado, de mi familia.
miércoles, 23 de octubre de 2024
Singular versus plural
Individualidad. Para empezar, si se alude a lo particular, ¿por qué lleva dentro la palabra “dualidad”? Bueno, ahora ya lo sé, la individualidad es la cualidad de lo que no se puede dividir. Visto así, lo que no me acaba de convencer es que para afirmar algo haya que recurrir a una negación.
Prefiero uno de sus sinónimos, singularidad (concerniente a la cualidad de uno). Singular suena mejor que individuo. De todas formas, por muy singulares que seamos, por mucho que defendamos nuestra individualidad, lo somos solo en un grado muy relativo. Es una cuestión de estadística.
En un cálculo rápido: Somos ocho mil millones de seres humanos y por cada uno de nosotros —esto lo leí hace tiempo— antes han vivido otros seis o siete congéneres: en total somos y hemos sido unos sesenta mil millones de individuos. Cada uno distinto de los demás, singular; sí, claro, pero ¿cuánto de diferente? Cuando a uno de nosotros se le ocurre una idea, ¿qué posibilidades hay de que esta sea completamente original? ¿Hay tantas ideas distintas para repartir?
Vivimos en sociedad, en continuo intercambio con los demás. La verdad pura y dura es que todo lo que pensamos es un eco de lo que piensa la especie. De todas las palabras en las que nos apoyamos ni una sola es de nuestra autoría. Mis neuronas se limitan a batir como una túrmix lo que entra en mi cerebro por mediación de mis cinco inseguros sentidos y a producir un puré más o menos grumoso. Si sale rico, ¿es mérito mío o es una cuestión de azar?
Prefiero uno de sus sinónimos, singularidad (concerniente a la cualidad de uno). Singular suena mejor que individuo. De todas formas, por muy singulares que seamos, por mucho que defendamos nuestra individualidad, lo somos solo en un grado muy relativo. Es una cuestión de estadística.
En un cálculo rápido: Somos ocho mil millones de seres humanos y por cada uno de nosotros —esto lo leí hace tiempo— antes han vivido otros seis o siete congéneres: en total somos y hemos sido unos sesenta mil millones de individuos. Cada uno distinto de los demás, singular; sí, claro, pero ¿cuánto de diferente? Cuando a uno de nosotros se le ocurre una idea, ¿qué posibilidades hay de que esta sea completamente original? ¿Hay tantas ideas distintas para repartir?
Vivimos en sociedad, en continuo intercambio con los demás. La verdad pura y dura es que todo lo que pensamos es un eco de lo que piensa la especie. De todas las palabras en las que nos apoyamos ni una sola es de nuestra autoría. Mis neuronas se limitan a batir como una túrmix lo que entra en mi cerebro por mediación de mis cinco inseguros sentidos y a producir un puré más o menos grumoso. Si sale rico, ¿es mérito mío o es una cuestión de azar?
domingo, 20 de octubre de 2024
Pasar o ganar el tiempo
Hay gente que dedica su tiempo libre a observar las estrellas. Un interés legítimo, sin duda, y muy romántico —se me antoja— si se hace en verano, al aire libre y con el cómplice adecuado. A otros les van los trenes, la montaña, el ajedrez o el ganchillo. Vamos, que hay de todo.
Por ejemplo, hace no mucho encontré en internet un podcast que desde el 2014 ha dedicado, de momento, 190 episodios de en torno a una hora de duración a los Monkees, el grupo de los sesenta que empezó siendo ficticio en un programa de televisión y luego desarrolló una estimable carrera como grupo musical de los de verdad (o casi). La razón de haberme topado con este podcast ha sido que el nombre del podcast es Zilch, el mismo que el del oscuro grupo cuya canción Cool, Cool Corduroy Culottes recordé en este blog. Por cierto que desde entonces alguien ha colgado en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=fIAmdxW8lPU) una grabación del grupo (Zilch) interpretando esa canción.
Tener un hobby, una afición, es lo normal; pensándolo un poco, en realidad es inevitable. A no ser que sobrevivir te lleve todo el día todos los días, algo que por suerte y para mi vergüenza, no es mi caso. Es mi vergüenza porque siendo un privilegiado hago poco por los que no lo son. Ya está, lo he dicho.
Por ejemplo, hace no mucho encontré en internet un podcast que desde el 2014 ha dedicado, de momento, 190 episodios de en torno a una hora de duración a los Monkees, el grupo de los sesenta que empezó siendo ficticio en un programa de televisión y luego desarrolló una estimable carrera como grupo musical de los de verdad (o casi). La razón de haberme topado con este podcast ha sido que el nombre del podcast es Zilch, el mismo que el del oscuro grupo cuya canción Cool, Cool Corduroy Culottes recordé en este blog. Por cierto que desde entonces alguien ha colgado en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=fIAmdxW8lPU) una grabación del grupo (Zilch) interpretando esa canción.
Tener un hobby, una afición, es lo normal; pensándolo un poco, en realidad es inevitable. A no ser que sobrevivir te lleve todo el día todos los días, algo que por suerte y para mi vergüenza, no es mi caso. Es mi vergüenza porque siendo un privilegiado hago poco por los que no lo son. Ya está, lo he dicho.
jueves, 17 de octubre de 2024
Desasosiego revisitado
La palabra es desasosiego, y esta es la definición para un futuro e improbable libro de aforismos: Desasosiego, febrícula de la ansiedad. Una punzada de desasosiego sentí al escuchar que detrás de mi texto del 11 de octubre se adivinaba un espíritu matemático. Agradezco el comentario. Lo tengo, ese espíritu, y cierta inclinación hacia los números. Me parece que la punzada involuntaria se debió a la creencia, tan extendida, de que las matemáticas están reñidas con la literatura, algo que sin embargo no tiene ninguna base científica (guiño).
Podría haber dicho desazón o inquietud pero la sombra de Pessoa, como la del ciprés, es alargada. Leí, hace años, su “Libro del desasosiego” y no me enteré de mucho. Hace unos días, aprovechando la misteriosa reaparición en casa de aquel ejemplar, que había perdido de vista, empecé a leerlo de nuevo. Lo primero que me ha llamado la atención —hablando de espíritus matemáticos— ha sido el nombre del traductor: Perfecto E. Cuadrado. Así aparece, con una E en el medio, para despistar. Perfecto Cuadrado, no se puede mejorar, o empeorar.
Recordaba bien el subtítulo, que me encanta: Autobiografía sin acontecimientos. Muy al comienzo del libro, se lee esta subrayable observación: La inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiera pensar, se pararía. Unas páginas más adelante —y ya estoy llegando adonde quería ir— he encontrado unas líneas idóneas para un aprendiz de escritor. Hay que tener en cuenta que Pessoa apenas publicó en vida, que escribía porque sí.
En esas líneas se sitúa, pluma en mano, en su piso de la Rua Dos Douradores, en el centro de Lisboa, y confiesa: Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración, un símil de clamor. Me apunto a este sentimiento, esa es la actitud; pero esto es solo el preámbulo. A continuación evoca así, entre signos de admiración, los superpoderes de la escritura: ¡Yo aquí, en este cuarto piso, interpelando a la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y los célebres! ¡Yo, aquí, así…!
Podría haber dicho desazón o inquietud pero la sombra de Pessoa, como la del ciprés, es alargada. Leí, hace años, su “Libro del desasosiego” y no me enteré de mucho. Hace unos días, aprovechando la misteriosa reaparición en casa de aquel ejemplar, que había perdido de vista, empecé a leerlo de nuevo. Lo primero que me ha llamado la atención —hablando de espíritus matemáticos— ha sido el nombre del traductor: Perfecto E. Cuadrado. Así aparece, con una E en el medio, para despistar. Perfecto Cuadrado, no se puede mejorar, o empeorar.
Recordaba bien el subtítulo, que me encanta: Autobiografía sin acontecimientos. Muy al comienzo del libro, se lee esta subrayable observación: La inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiera pensar, se pararía. Unas páginas más adelante —y ya estoy llegando adonde quería ir— he encontrado unas líneas idóneas para un aprendiz de escritor. Hay que tener en cuenta que Pessoa apenas publicó en vida, que escribía porque sí.
En esas líneas se sitúa, pluma en mano, en su piso de la Rua Dos Douradores, en el centro de Lisboa, y confiesa: Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración, un símil de clamor. Me apunto a este sentimiento, esa es la actitud; pero esto es solo el preámbulo. A continuación evoca así, entre signos de admiración, los superpoderes de la escritura: ¡Yo aquí, en este cuarto piso, interpelando a la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y los célebres! ¡Yo, aquí, así…!
lunes, 14 de octubre de 2024
Entre mamíferos
¿Cuál es el único mamífero que vuela? Tú si que estás hecho un mamífero, el encuestador, el que pregunta, el que se divierte abordando a la gente por sorpresa buscando una respuesta disparatada. A veces la consigue.
Le ha hecho la pregunta a bocajarro a una chica joven, una chica de pelo rizado tirando a rubio, cara ovalada, ojos claros y aire inocente. La réplica ha llegado rauda, apenas medio segundo de vacilación: la ballena, el único mamífero que vuela es la ballena. Sí, es cierto, o no sé si el único pero desde luego todos hemos visto una ballena volando en el desfile de las fiestas por la Gran Vía, si no en persona en la tele o en la prensa. Grande, la ballena, en los dos sentidos.
Luego está el murciélago, ese repelente ratón volador, mejor lo descartamos, además ya tiene su propia pregunta del trivial: ¿Qué animal lleva las cinco vocales en su nombre? El murciélago, carajo.
Por qué habrá dicho la chica que la ballena. Igual ha sido por la rima asonante, vuela la ballena, o por cualquier otra causa: por puro azoramiento ante la cámara, por reacción defensiva, por incapacidad congénita para decir “no sé”, por atolondramiento, porque ha habido un cruce de conexiones neuronales y ha confundido dos cosas que los mamíferos no solemos hacer, volar y habitar los mares como Moby Dick o, quien sabe, igual lo ha dicho porque es más lista que el preguntón.
Le ha hecho la pregunta a bocajarro a una chica joven, una chica de pelo rizado tirando a rubio, cara ovalada, ojos claros y aire inocente. La réplica ha llegado rauda, apenas medio segundo de vacilación: la ballena, el único mamífero que vuela es la ballena. Sí, es cierto, o no sé si el único pero desde luego todos hemos visto una ballena volando en el desfile de las fiestas por la Gran Vía, si no en persona en la tele o en la prensa. Grande, la ballena, en los dos sentidos.
Luego está el murciélago, ese repelente ratón volador, mejor lo descartamos, además ya tiene su propia pregunta del trivial: ¿Qué animal lleva las cinco vocales en su nombre? El murciélago, carajo.
Por qué habrá dicho la chica que la ballena. Igual ha sido por la rima asonante, vuela la ballena, o por cualquier otra causa: por puro azoramiento ante la cámara, por reacción defensiva, por incapacidad congénita para decir “no sé”, por atolondramiento, porque ha habido un cruce de conexiones neuronales y ha confundido dos cosas que los mamíferos no solemos hacer, volar y habitar los mares como Moby Dick o, quien sabe, igual lo ha dicho porque es más lista que el preguntón.
viernes, 11 de octubre de 2024
Aún diría más
Milena Busquets dice que todos dejamos una obra completa. Por una no-casualidad, estos días estaba pensando algo que, de algún modo, tiene que ver con eso. Digo no-casualidad porque soy más partidario de la estadística y de las probabilidades; pero, bueno, quien sabe. Pensaba sobre triunfar o fracasar en la vida. Hasta ahora estaba bastante convencido de que mi vida ha sido, o está siendo para ser rigurosos, un fracaso. Un fracaso regular, un fracaso homologable, un fracaso en toda regla. Lo digo sin traumas, sin sentirme por ello especialmente desdichado. Fracasar sería, más o menos, lo normal. Porque así es la vida, un viaje hacia la nada, como he leído hace poco.
Pero últimamente me estaba entrando la duda. Fracasar, no puede ser, tanto fracaso, igual es que había un error de concepto por mi parte. Así, le he empezado a dar la vuelta al tema del fracaso y lo estoy convirtiendo en un éxito. Sabiendo —recordatorio— que ambos, éxito y fracaso, son dos impostores, como aclaró Rudyard Kipling. Pero sí, un éxito, bien pensado vivir es un éxito.
Para empezar, cada uno de nosotros somos la punta de lanza de la evolución, los Lamborghini de los homínidos. La vida es un milagro y los seres vivos somos afortunados ganadores de la lotería galáctica. Luego puedes salir más o menos chapucero, pero estar vivo y hacer todo, o parte, de lo que enumera Busquets no deja de ser un éxito. Si ella apuesta a que dejamos una obra completa, por mi parte lo veo y subo a que además todas las vidas son un éxito.
Pero últimamente me estaba entrando la duda. Fracasar, no puede ser, tanto fracaso, igual es que había un error de concepto por mi parte. Así, le he empezado a dar la vuelta al tema del fracaso y lo estoy convirtiendo en un éxito. Sabiendo —recordatorio— que ambos, éxito y fracaso, son dos impostores, como aclaró Rudyard Kipling. Pero sí, un éxito, bien pensado vivir es un éxito.
Para empezar, cada uno de nosotros somos la punta de lanza de la evolución, los Lamborghini de los homínidos. La vida es un milagro y los seres vivos somos afortunados ganadores de la lotería galáctica. Luego puedes salir más o menos chapucero, pero estar vivo y hacer todo, o parte, de lo que enumera Busquets no deja de ser un éxito. Si ella apuesta a que dejamos una obra completa, por mi parte lo veo y subo a que además todas las vidas son un éxito.
martes, 8 de octubre de 2024
Alto en el camino
Al parecer hay unos 600 millones de blogs en internet. Iba a poner en el mundo pero me ha parecido un marco impreciso. Esto que lees es un blog, claro, pero uno que se sale de la norma: uno raro, me temo. Salirse de la norma no es ni bueno ni malo. Este blog es raro, sobre todo, por lo mucho que está durando.
La primera entrada data del 2 de febrero de 2007. Desde entonces he publicado, atención al dato, 1516 textos. Hace dos meses, cuando llegué a los 1500, estuve tentado de decir algo y al final no lo hice. Lo hago ahora, tarde y mal, como siempre. Es broma, aunque tarde y mal andamos casi todos; es mucho más humano que hacerlo a tiempo y bien.
Este blog también es raro por otras razones. No tiene publicidad, ni ninguna aspiración de tipo económico. Tampoco, aunque se puedan hacer, tiene comentarios. Es un blog asocial, en la línea del autor, supongo. Tuvo algunos pero ya va a hacer cinco años que nadie pica y comenta algo. Eso me deja en la soledad del corredor de fondo, que sigue un poco por inercia; porque cree que hacer algo es mejor que no hacer nada.
Aquí intento pasarlo bien, expresar la perplejidad de estar vivo, contar las cosas que me llaman la atención o que me emocionan. Entremedias, sin que sea mi objetivo, inevitablemente, se van colando retazos de mi vida; que es por otra parte la única de la que puedo decir algo. No sé si debo disculparme por ello o reivindicarlo. Sea como sea, gracias por acompañarme.
La primera entrada data del 2 de febrero de 2007. Desde entonces he publicado, atención al dato, 1516 textos. Hace dos meses, cuando llegué a los 1500, estuve tentado de decir algo y al final no lo hice. Lo hago ahora, tarde y mal, como siempre. Es broma, aunque tarde y mal andamos casi todos; es mucho más humano que hacerlo a tiempo y bien.
Este blog también es raro por otras razones. No tiene publicidad, ni ninguna aspiración de tipo económico. Tampoco, aunque se puedan hacer, tiene comentarios. Es un blog asocial, en la línea del autor, supongo. Tuvo algunos pero ya va a hacer cinco años que nadie pica y comenta algo. Eso me deja en la soledad del corredor de fondo, que sigue un poco por inercia; porque cree que hacer algo es mejor que no hacer nada.
Aquí intento pasarlo bien, expresar la perplejidad de estar vivo, contar las cosas que me llaman la atención o que me emocionan. Entremedias, sin que sea mi objetivo, inevitablemente, se van colando retazos de mi vida; que es por otra parte la única de la que puedo decir algo. No sé si debo disculparme por ello o reivindicarlo. Sea como sea, gracias por acompañarme.
sábado, 5 de octubre de 2024
Aprendo otra palabra
Conocía la palabra “garrulo”. Como cualquiera, me parece. No es que sea muy utilizada pero no es rara para el hablante medio. Significa bruto, rústico, zafio. Me sorprendió enterarme de que su ,en apariencia, versión inglesa, garrulous, significa algo completamente distinto. Significa "charlatán" y se aplica al que habla mucho y dice bobadas.
Misterios de las lenguas, me decía. Sería un caso más de ese fenómeno conocido como “falsos amigos”. Ejemplo: exit en inglés no es “éxito”, sino “salida” (como aprendemos visitando aeropuertos). Ahora me entero de que “garrulo” es una cosa y “gárrulo” otra. Esta palabra no la había oído nunca, o la había oído pero no estaba atento. U obviaba lo desconocido, como hacemos habitualmente para simplificarnos la vida.
“Gárrulo” en castellano (en su segunda acepción) sí que significa lo mismo que su amigo inglés garrulous. Su amigo verdadero en este caso. La primera acepción se refiere al canto de las aves (que canta gorjea o chirría mucho) y tiene aún una tercera acepción que se aplica a una cosa que hace ruido continuado, como el viento o un arroyo.
Gárrulo, que raro se me hacía y ya le voy cogiendo el pulso. No seas gárrulo, hay que decirle al que no calla. Mira que eres garrulo, al que suelta una ordinariez. En fin, resulta que el término “gárrulo” tiene su pedigrí; viene del latín. En cambio “garrulo” no tiene ni padre ni madre, apareció en el diccionario en 2001, una palabra del pueblo y para el pueblo..
Misterios de las lenguas, me decía. Sería un caso más de ese fenómeno conocido como “falsos amigos”. Ejemplo: exit en inglés no es “éxito”, sino “salida” (como aprendemos visitando aeropuertos). Ahora me entero de que “garrulo” es una cosa y “gárrulo” otra. Esta palabra no la había oído nunca, o la había oído pero no estaba atento. U obviaba lo desconocido, como hacemos habitualmente para simplificarnos la vida.
“Gárrulo” en castellano (en su segunda acepción) sí que significa lo mismo que su amigo inglés garrulous. Su amigo verdadero en este caso. La primera acepción se refiere al canto de las aves (que canta gorjea o chirría mucho) y tiene aún una tercera acepción que se aplica a una cosa que hace ruido continuado, como el viento o un arroyo.
Gárrulo, que raro se me hacía y ya le voy cogiendo el pulso. No seas gárrulo, hay que decirle al que no calla. Mira que eres garrulo, al que suelta una ordinariez. En fin, resulta que el término “gárrulo” tiene su pedigrí; viene del latín. En cambio “garrulo” no tiene ni padre ni madre, apareció en el diccionario en 2001, una palabra del pueblo y para el pueblo..
miércoles, 2 de octubre de 2024
We Believe
Se ha parado el reloj de la cocina, no era la pila. No ha llegado al año, aún así demasiado ha durado para lo que costó. El nuevo tampoco ha pasado de los doce euros, a ver como resulta. Quartz, se puede leer en él. Pero quiero comentar lo que pone en la bolsa en la que venía. Es algo así: nosotros creemos que la felicidad está en las pequeñas cosas. Esa sería la traducción aproximada porque, debido a razones de marketing o de tontería autóctona, el mensaje está impreso en inglés: we believe that happiness is in the little things.
Ver esa frase en una bolsa de la compra me sorprende. No el mensaje en sí, que es ya casi un lugar común —me temo que yo mismo lo he dicho más de una vez—, sino que incluya ese “nosotros”. ¿A quiénes se refiere? Entiendo que a una empresa, la que fabrica los relojes o la que fabrica las bolsas, o al comercio donde las utilizan. Me faltan datos para precisar más.
Fuera como fuese, alguien ha considerado oportuno reivindicar que ellos creen que la felicidad está en las pequeñas cosas. Todos están de acuerdo: nosotros creemos, subraya el mensaje, we believe, que parece que es la declaración de independencia. Está bien, todos lo creemos, más o menos, pero puesto ahí me parece de una pomposidad nada acorde con esas entrañables pequeñas cosas, sean estas las que sean.
Ver esa frase en una bolsa de la compra me sorprende. No el mensaje en sí, que es ya casi un lugar común —me temo que yo mismo lo he dicho más de una vez—, sino que incluya ese “nosotros”. ¿A quiénes se refiere? Entiendo que a una empresa, la que fabrica los relojes o la que fabrica las bolsas, o al comercio donde las utilizan. Me faltan datos para precisar más.
Fuera como fuese, alguien ha considerado oportuno reivindicar que ellos creen que la felicidad está en las pequeñas cosas. Todos están de acuerdo: nosotros creemos, subraya el mensaje, we believe, que parece que es la declaración de independencia. Está bien, todos lo creemos, más o menos, pero puesto ahí me parece de una pomposidad nada acorde con esas entrañables pequeñas cosas, sean estas las que sean.
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