martes, 6 de mayo de 2025

Animalidad

    Somos animales (y al decirlo no me repito, insisto). Es una verdad básica, indudable, incontrovertible, fragilísticoexpialidosa. Somos una forma de vida, la vida animal, que se da en el planeta Tierra y no sabemos si en algún otro lugar. Podría darse, claro, y podrían darse otras formas de vida que no podemos ni imaginar.
    Siempre me ha llamado la atención que todos los “monstruos” de las películas tengan boca, ojos, nariz, orejas, brazos, piernas... O casi todos. No sabemos imaginar otra cosa, no sabemos imaginar nada, nos limitamos a reproducir lo que conocemos y como mucho lo exageramos; no nos da para más.
    Somos animales y cuando dicen que somos el único animal que ama o que ríe o que bebe sin sed o que lo que sea, suelo preguntarme si será cierto del todo. Por ejemplo, dicen que somos el único animal consciente de su finitud, el único que sabe que va a morir; ¿seguro?, ¿no puede un perro sentir, pensar, intuir que su perra vida acabará algún día? No veo por qué no. Quien dice un perro dice cualquier otro animal, una ballena blanca, por ejemplo.
    Es que el ser humano es el único ser viviente que tiene alma, dice uno. Bueno, si el alma no pesa nada no entiendo qué es el alma; si pesa unos gramos, los que sean, entonces repito lo de antes, ¿por qué no iba a tener alma un gato? (digo gato por cambiar). Reivindico la vida eterna para todos los animales. O jugamos todos o se rompe la baraja. Y si el paraíso y el infierno están en este mundo, más a mi favor. Para mí que padecemos un complejo de superioridad de los de hacérselo mirar. No es que estemos mal, nada más lejos, pero reconozcámoslo: No dejamos de ser unos patéticos mamíferos.

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