Se suele decir que no se puede elegir la familia pero sí los amigos y es cierto, en parte. Uno no elige a su familia al nacer, claro; tampoco le preguntan, recién nacido, qué le apetece para desayunar o si prefiere los patucos blancos o los grises. Si todo va bien uno no elige nada hasta una cierta edad. Luego sí, puede elegir, dentro de un orden; hay que reconocerlo.
Uno puede escoger a sus amigos más o menos. Los puede elegir entre la gente que le pilla cerca y que además, a su vez, le quieren elegir a él como amigo. Es como lo de la igualdad de oportunidades; sí, de acuerdo, en una democracia auténtica el estado ofrecerá becas para que los capaces puedan estudiar. Sin embargo, la realidad es que no todos partimos con las mismas oportunidades. Incluso habiendo becas, en la carrera de la vida unos salen de abajo del todo de la montaña y otros ya han subido en el funicular propiedad privada de su familia casi hasta arriba y lo que hacen es darse un paseíto hasta la cumbre.
La comparación, me doy cuenta tarde, no sé si tiene mucho que ver. Puede que sí, aunque sea desde un punto de vista indirecto. Y luego está —para desviarme un poco más del tema, o tal vez para centrarlo, who knows— la elección más importante de la vida, en ese aspecto de las relaciones, que es la elección de la pareja, de la única o de cada una de ellas. La pareja es a la vez amistad y familia. Aún diría más, es la mayor de las amistades y la familia más importante; aunque no deje de ser familia política.
viernes, 20 de junio de 2025
martes, 17 de junio de 2025
Todas las personas (y 2)
No escribo novelas —por falta de talento— pero si las escribiera (si averiguara que escribiría si escribiese) no me quedaría otro remedio que redactarlas en primera persona. Porque es la única voz que conozco, la mía propia. Es la única forma de aparecer verosímil, aunque te estés inventando cosas. Me reconozco incapaz de meterme en la psique de nadie.
Cuando alguien empieza a generalizar, a dar por sentado que está expresando el sentir general, se le suele decir: “habla por ti” (porque solo a ti te representas). La voz en primera persona del singular es la que mejor entendemos. Nos agrada —me parece— porque nos sitúa ante un igual, ante un espejo, y es la mejor oportunidad que podamos tener de asomarnos al interior de otro ser humano; aunque no somos tan ingenuos como para no sospechar que nunca nadie nos va a confesar toda la verdad de sí mismo (todas sus vergüenzas). O casi nunca, hay gente para todo.
Luego está segunda persona del singular. A veces la utilizo, casi sin darme ni cuenta. Pero es que escribir en segunda persona no deja de ser una forma retórica de seguir hablando por uno mismo, reconociendo que al fin y al cabo tú y yo somos los dos humanos, que de alguna forma yo soy tú y tú eres yo; que somos bastante intercambiables, mal que nos pese.
Cuando alguien empieza a generalizar, a dar por sentado que está expresando el sentir general, se le suele decir: “habla por ti” (porque solo a ti te representas). La voz en primera persona del singular es la que mejor entendemos. Nos agrada —me parece— porque nos sitúa ante un igual, ante un espejo, y es la mejor oportunidad que podamos tener de asomarnos al interior de otro ser humano; aunque no somos tan ingenuos como para no sospechar que nunca nadie nos va a confesar toda la verdad de sí mismo (todas sus vergüenzas). O casi nunca, hay gente para todo.
Luego está segunda persona del singular. A veces la utilizo, casi sin darme ni cuenta. Pero es que escribir en segunda persona no deja de ser una forma retórica de seguir hablando por uno mismo, reconociendo que al fin y al cabo tú y yo somos los dos humanos, que de alguna forma yo soy tú y tú eres yo; que somos bastante intercambiables, mal que nos pese.
sábado, 14 de junio de 2025
Todas las personas (1)
La primera, la segunda y la tercera. Me refiero al punto de vista en una narración. En las novelas clásicas, no en todas pero sí a menudo, el narrador es un ser omnisciente que cuenta una historia en tercera persona dando los detalles que considera oportunos. Estos detalles pueden incluir descripciones del paisaje, la situación meteorológica, el aspecto y vestimenta de los personajes, lo que hacen, lo que dicen, lo que comen, lo que piensan, lo que sienten... Queda patente que si no se explaya más es porque no le da la gana, no porque no lo sepa.
De esto se deduce que ese narrador no puede ser otro sino Dios. Pero sabemos de buena tinta —guiño— que en realidad el autor de la novela es un ser humano, a veces uno muy sabio pero en ningún caso tan sabio. Esa forma de narración, tan habitual, es pues una gran mentira, un burdo engaño que asumimos no sé bien por qué: por costumbre, por inocencia, porque nos encanta enterarnos de todo o, como explicó el poeta inglés Coleridge, por suspensión de la incredulidad.
Una aclaración, la narración en tercera persona es también perfectamente natural cuando se limita a ser la voz de un testigo que refiere lo que ha presenciado o le han contado, aderezado con los comentarios personales —suyos— que se le hayan podido ir ocurriendo. Y solo eso. Nadie puede saber lo que piensa el otro, solo puede decir lo que le parece que pueda estar pensando, que es algo muy distinto, tan distinto que rara vez coincidirá con lo que de hecho esté pensando.
De esto se deduce que ese narrador no puede ser otro sino Dios. Pero sabemos de buena tinta —guiño— que en realidad el autor de la novela es un ser humano, a veces uno muy sabio pero en ningún caso tan sabio. Esa forma de narración, tan habitual, es pues una gran mentira, un burdo engaño que asumimos no sé bien por qué: por costumbre, por inocencia, porque nos encanta enterarnos de todo o, como explicó el poeta inglés Coleridge, por suspensión de la incredulidad.
Una aclaración, la narración en tercera persona es también perfectamente natural cuando se limita a ser la voz de un testigo que refiere lo que ha presenciado o le han contado, aderezado con los comentarios personales —suyos— que se le hayan podido ir ocurriendo. Y solo eso. Nadie puede saber lo que piensa el otro, solo puede decir lo que le parece que pueda estar pensando, que es algo muy distinto, tan distinto que rara vez coincidirá con lo que de hecho esté pensando.
miércoles, 11 de junio de 2025
Fachada
Aunque es el aula el escenario oficial para la educación de los alumnos, el patio del colegio es también un lugar de aprendizaje y allí pudo ser donde K adquirió las destrezas sociales que le ayudarían a sobrevivir durante toda su vida. O a vivir, sin más, si rebajamos el dramatismo. Así lo dedujo en su fuero interno a lo largo de los años.
En el patio se reproduce, a pequeña escala y de forma más o menos incruenta, el drama de la vida que desde los albores de la humanidad se ha representado primero en la selva y ahora mismo en internet, exagerando un poco. K. aprendió pronto a protegerse simulando una actitud afable con todos, contemporizadora con los fuertes, a los que odiaba, comprensiva con los débiles, a los que despreciaba. Llegado el momento, eligió sus estudios desde el punto de vista práctico y pronto se convenció de que lo más conveniente para sus intereses coincidía con su auténtica vocación.
Por puro interés personal formó una familia modélica. En casa era atento con su mujer, ayudaba en las tareas domésticas y se esforzaba en la educación de los hijos. Por otro lado, desarrolló una brillante carrera profesional recurriendo a las mismas tácticas que le habían servido en la jungla de la adolescencia. Seguía las directrices de los jefes sin un mal gesto y era paciente y comprensivo con sus subordinados.
Perfeccionó tanto esa fachada que había decidido mostrar al mundo que ni un solo mal gesto, ninguna burla sardónica, ningún insulto mascullado traspasaba las barreras que separaban su mente del exterior. Nadie lo sabía, pero en él se cumplía lo que escribió una vez Elizabeth Bowen: Hace las cosas más hermosas por motivos depravados (she has depraved reasons for doing the nicest things).
En el patio se reproduce, a pequeña escala y de forma más o menos incruenta, el drama de la vida que desde los albores de la humanidad se ha representado primero en la selva y ahora mismo en internet, exagerando un poco. K. aprendió pronto a protegerse simulando una actitud afable con todos, contemporizadora con los fuertes, a los que odiaba, comprensiva con los débiles, a los que despreciaba. Llegado el momento, eligió sus estudios desde el punto de vista práctico y pronto se convenció de que lo más conveniente para sus intereses coincidía con su auténtica vocación.
Por puro interés personal formó una familia modélica. En casa era atento con su mujer, ayudaba en las tareas domésticas y se esforzaba en la educación de los hijos. Por otro lado, desarrolló una brillante carrera profesional recurriendo a las mismas tácticas que le habían servido en la jungla de la adolescencia. Seguía las directrices de los jefes sin un mal gesto y era paciente y comprensivo con sus subordinados.
Perfeccionó tanto esa fachada que había decidido mostrar al mundo que ni un solo mal gesto, ninguna burla sardónica, ningún insulto mascullado traspasaba las barreras que separaban su mente del exterior. Nadie lo sabía, pero en él se cumplía lo que escribió una vez Elizabeth Bowen: Hace las cosas más hermosas por motivos depravados (she has depraved reasons for doing the nicest things).
domingo, 8 de junio de 2025
Merecer
Oímos y repetimos palabras toda la vida y de pronto nos fijamos en ellas y no acabamos de entenderlas del todo. Me ha pasado con merecer. No me había dado cuenta, hasta ahora, de las connotaciones éticas que lleva esta palabra en la mochila.
En las novelas antiguas, de los tiempos del romanticismo trasnochado, una cosa que solía decir el galán, el abnegado muchacho enamorado —y equivocado, pero entonces no se sabía—, que solía decirse a sí mismo en un monólogo interior, era algo así: prometo que le daré, a la mujer de mis sueños, la vida que realmente se merece.
Soy un mar de dudas: ¿se lo merece de verdad?, ¿quién lo decide?, ¿qué es eso que se merece? Para saberlo a ciencia cierta habría que esperar al Juicio Final, me temo. Otra cosa es que el o la supuesta merecedora quede conforme con eso que se ha merecido, sea lo que sea. Visto desde cierto punto de vista todos nos merecemos lo mejor, incluso los que no se lo merecen, podríamos decir.
El concepto, tan resbaladizo, ha pasado a formar parte de las frases hechas, ¿qué he hecho yo para merecer esto?, merece (o no merece) la pena, darle a alguien su merecido, o esa curiosa expresión —que por suerte creo que está en desuso— de estar en edad de merecer, que parece sugerir que ser joven —y chica— da derecho a no sé exactamente qué. De haber una edad de merecer algo, esa edad sería la vejez, digo yo.
En las novelas antiguas, de los tiempos del romanticismo trasnochado, una cosa que solía decir el galán, el abnegado muchacho enamorado —y equivocado, pero entonces no se sabía—, que solía decirse a sí mismo en un monólogo interior, era algo así: prometo que le daré, a la mujer de mis sueños, la vida que realmente se merece.
Soy un mar de dudas: ¿se lo merece de verdad?, ¿quién lo decide?, ¿qué es eso que se merece? Para saberlo a ciencia cierta habría que esperar al Juicio Final, me temo. Otra cosa es que el o la supuesta merecedora quede conforme con eso que se ha merecido, sea lo que sea. Visto desde cierto punto de vista todos nos merecemos lo mejor, incluso los que no se lo merecen, podríamos decir.
El concepto, tan resbaladizo, ha pasado a formar parte de las frases hechas, ¿qué he hecho yo para merecer esto?, merece (o no merece) la pena, darle a alguien su merecido, o esa curiosa expresión —que por suerte creo que está en desuso— de estar en edad de merecer, que parece sugerir que ser joven —y chica— da derecho a no sé exactamente qué. De haber una edad de merecer algo, esa edad sería la vejez, digo yo.
jueves, 5 de junio de 2025
Sostiene Pessoa
Dice Pessoa que si nos llevamos bien es porque no nos conocemos. Partimos de la base de que es imposible conocerse a uno mismo, y aún más imposible conocer a los demás. Esto último creo que lo dijo Montaigne. Claro que, qué no dijo Montaigne; Montaigne lo dijo todo, todo lo que hay que decir porque nadie lo dice aunque en el fondo todos lo sepamos.
En todo caso estoy interpretando a Pessoa (y a Montaigne) de memoria, igual no escribió eso, igual escribió lo contrario y lo que pasa es que lo he entendido mal. Dice Pessoa (sostiene Pereira) que si nos conociéramos de verdad, si alguien conociera de verdad a otro alguien, no podría congeniar con él y que lo que pasa, por suerte, diría yo, es que no nos conocemos.
Pessoa es pesimista. También puede darse el caso de que sea un agudo observador y mejor conocedor de la naturaleza humana. Según Pessoa (según dice o sostiene) si conociéramos cómo es en el fondo nuestro querido maestro, nuestro mejor amigo, ¡nuestra madre!, nos llevaríamos un buen chasco. Él no, él no se lo lleva porque él, si no lo sabía, lo ha deducido de alguna manera. Lo dedujo, quiero decir. O tal vez solo estaba haciendo literatura. Eso se le daba bien, y lo otro igual también.
En todo caso estoy interpretando a Pessoa (y a Montaigne) de memoria, igual no escribió eso, igual escribió lo contrario y lo que pasa es que lo he entendido mal. Dice Pessoa (sostiene Pereira) que si nos conociéramos de verdad, si alguien conociera de verdad a otro alguien, no podría congeniar con él y que lo que pasa, por suerte, diría yo, es que no nos conocemos.
Pessoa es pesimista. También puede darse el caso de que sea un agudo observador y mejor conocedor de la naturaleza humana. Según Pessoa (según dice o sostiene) si conociéramos cómo es en el fondo nuestro querido maestro, nuestro mejor amigo, ¡nuestra madre!, nos llevaríamos un buen chasco. Él no, él no se lo lleva porque él, si no lo sabía, lo ha deducido de alguna manera. Lo dedujo, quiero decir. O tal vez solo estaba haciendo literatura. Eso se le daba bien, y lo otro igual también.
lunes, 2 de junio de 2025
La importancia de la primera frase
Late one night in may, 1884…, así comienza la traducción al inglés de la novela de Atsutsi Nakajima Light, Wind and Dreams (Hikari to kaze to yume, en japonés). J. la ha traducido al español y me ha pasado un borrador. El título, “Luz, viento y sueños”, está claro; los problemas empiezan con esa primera frase, late one night...
J. ha optado por este comienzo: Tarde una noche de mayo de 1884... De primeras me ha parecido confuso en cuanto al significado (por los dos sentidos de la palabra "tarde") y también irregular en cuanto a la sintaxis. Así que me he puesto a buscar alternativas.
Hay muchas: Una noche tarde de mayo..., tarde en una noche de mayo..., avanzada la noche de un día de mayo…, una madrugada de mayo… Al final mi sugerencia a J. ha sido simplificar y decir sin más: Una noche de mayo, olvidándonos del molesto tarde.
J. me ha contestado que por una cuestión de estilo mantendría su versión: Tarde una noche de mayo de 1884... Lo pienso otra vez y tengo que darle la razón. Es un comienzo que desconcierta un tanto pero, además de ser fiel al original, tiene ritmo, tiene swing.
J. ha optado por este comienzo: Tarde una noche de mayo de 1884... De primeras me ha parecido confuso en cuanto al significado (por los dos sentidos de la palabra "tarde") y también irregular en cuanto a la sintaxis. Así que me he puesto a buscar alternativas.
Hay muchas: Una noche tarde de mayo..., tarde en una noche de mayo..., avanzada la noche de un día de mayo…, una madrugada de mayo… Al final mi sugerencia a J. ha sido simplificar y decir sin más: Una noche de mayo, olvidándonos del molesto tarde.
J. me ha contestado que por una cuestión de estilo mantendría su versión: Tarde una noche de mayo de 1884... Lo pienso otra vez y tengo que darle la razón. Es un comienzo que desconcierta un tanto pero, además de ser fiel al original, tiene ritmo, tiene swing.
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