sábado, 30 de agosto de 2008

Western, amor

No entendía en las películas la parte del amor. Cuando el final era casi siempre un beso. Podía ser una del oeste, de piratas, de lo que fuera; siempre había una chica esperando al héroe y el "fin" aparecía sobre la escena del beso (ahora ya no hay "fin", ni "the end", pero esa es otra historia). La parte del amor era lo más aburrido. Eran jovenes, guapos y simpáticos; se caían bien y se enamoraban. Así sin más. No lo entendía (yo creía que había que conocerse más). Ayer vi el final de una de aquellas películas en la televisión. El oficial de caballería (el séptimo, supongo) sale del refugio en medio del ataque de los indios. A punto de llegar al establo donde están los caballos le alcanza una flecha (en el hombro, afortunadamente) y cae al suelo. La chica, que seguía expectante la carrera, cierra los ojos y abate la cabeza en manifestación de dolor. Lo he sentido. Me he puesto en su lugar. O me he puesto en el lugar del herido (y alguien me mira y me quiere). Le hubiera sujetado por los brazos, le hubiera dicho: "Tranquila, no ha sido nada".

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