sábado, 10 de abril de 2021

Cruce de caminos

Imagínate un cruce de carreteras. A vista de dron forman una cruz, dos rutas secundarias que se cortan en perpendicular en un entorno bastante desolado; parece Nuevo México en una serie de Vince Gilligan. Podemos evocar su historia. Primero fue un cruce de caminos, y por allí pasaban carros, bestias y caminantes. Muy pocos, para decirlo todo. Un día se asfaltó y se señalizó. Se daba prioridad a la dirección norte-sur. Los vehículos que circulaban por la otra, este-oeste, apenas disminuían la velocidad si veían la otra carretera despejada. Ahora hay una rotonda. Esto ya no es historia, es actualidad de la provincia. Lo más cercano al cruce, hacia el este, es un edificio con un rótulo que dice “Ayuntamiento”. Casi siempre está cerrado. Al oeste no se divisa nada en una recta que se pierde en el horizonte. Al sur, a unos 500 metros, hay un pabellón agrícola rodeado de campos de cereal. En un costado yace una cosechadora destartalada. Al norte, a unos cien metros, está la gasolinera. Lo normal es que el encargado esté sentado en una silla a la puerta de su local con un libro entre las manos. Es un tipo maduro, fuerte, con la cabeza rapada y cubierta por una gorra de béisbol. Habla con un ligero acento. No está claro de donde proviene, si le preguntan dice que el país donde nació ya no existe. También declara que este es el mejor trabajo que ha tenido nunca, por la tranquilidad. Cuestionado por la rotonda, se ríe y cuenta que en los años que lleva aquí nunca había habido ningún accidente, y que hace poco, cuando estrenaron la rotonda, llegó el butanero, miró a ambos lados por si venía alguien y cruzó por derecho, como siempre. Se dejó los bajos en el borde de la rotonda, cayeron con estrépito algunas bombonas y el vehículo quedó varado en el centro geométrico del cruce. El pobre conductor debió pensar que aquello podía explotar así que saltó de la cabina y salió corriendo medio agachado mientras se protegía la nuca con las manos.

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