domingo, 4 de julio de 2021

Descartados para la gloria (The Wrong Stuff)

    Coincido con Machado en que nunca perseguí la gloria; no me ha parecido a mi alcance, ni en realidad al alcance de nadie (me refiero a la gloria terrenal). La propia naturaleza humana nos preserva de esa gloria, cuanto más lo pienso más dudosa la veo, más la asocio con la fantasía, más me parece deseo que realidad; que haya héroes nos hace sentir bien. En todo caso admitiría una gloria menor, una gloria por departamentos; la gloria deportiva, la gloria artística o la gloria científica. Lo que suele pasar, la condición humana, es que detrás de esa presunta gloria haya una o varias facetas menos memorables o directamente lamentables.
    Bajando un par de escalones confieso que sí me gustaría, como a casi todos, que el mundo tuviera una buena opinión de mí (el mundo, los cuatro gatos que me conocen). Buena opinión o ya, soñando, que me admirara alguien. Reconozco una dependencia emocional de algo tan poco fiable como las opiniones de los demás. Es un fallo que tengo, porque todo esto de la gloria y la admiración está viciado de origen. Para darse cuenta basta fijarse en algunos de los personajes glorificados de la historia que coinciden muchas veces con los mayores criminales. La gloria o la fama (o la infamia) no deja de ser un factor externo imprevisible. Sentirse halagado es una forma falsa de sentirse bien.
    Que te admiren en el fondo es irrelevante. Si lo hacen es muy probable que sea porque no te conocen bien. Lo que cuenta es tu conciencia, lo que tú sientas en tu fuero interno. Cada uno es el más indicado para valorar su propia gloria y su propia miseria, aunque por desgracia no solemos vernos como somos, nos engañamos (porque nos conviene). Lo de fuera, la admiración de los demás, es algo inconsistente, fugaz, fortuito; así que no me explico por qué me importa tanto.

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