viernes, 23 de julio de 2021

Doble naturaleza

    Dice Piedrahita que no está de acuerdo con aquello de que es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y confirmarlo. Razona que el tonto que calla genera expectativas y que la gente se hace ilusiones, que lo mejor es dejarlo claro desde el principio.
    Puede que un tonto sencillamente sea incapaz de quedarse callado. Puede que sea mi caso, por eso escribo aquí (atenuante: una de las formas de guardar un secreto es publicarlo en un blog). Sin descartar del todo que sea tonto hay otra explicación, es la teoría de la doble naturaleza. Montaigne lo apuntó: “somos, no sé cómo, dobles en nosotros mismos, y eso hace que lo que creemos, no lo creamos, y que no podamos deshacernos de aquello que condenamos”.
    Esa doble naturaleza es la madre de todas las contradicciones. Por eso nos tapamos los ojos y atisbamos por entre los dedos aquello que no queríamos ver. Por eso vuelve el asesino al lugar del crimen. Es lo que nos impulsa a hacer o decir algo que, en teoría, era lo contrario de lo que pensábamos. También es un mecanismo de defensa contra la intolerancia, contra el dogmatismo; y eso está muy bien.
    Así que se puede pensar que es mejor estar callado, lo pienso sinceramente, y luego hablar (como la novia del chiste: que hable la novia, que hable la novia y al final la novia habló y dijo: ¿pa qué voy a hablar?, ¿pa cagarla?). Es nuestra doble naturaleza, el doctor Jekyll y mister Hyde que llevamos dentro, lo que nos hace imperfectos y humanos. Lo contrario sería aburrido y exasperante. Oído en una película, una chica consolando a otra: “tranquila, todo el mundo toma decisiones equivocadas, esa es la gracia de la vida”.

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