martes, 27 de julio de 2021

Discurso de boda

    Alocución, exordio, panegírico, disertación... estaba buscando una palabra específica para denominar un discurso de boda y he llegado a la conclusión de que esa es la mejor manera de decirlo: discurso de boda. O discursos, porque suele haber más de uno. Puede que hablen los mismos novios, el padrino, la mejor amiga de la novia, cualquiera que se anime o incluso alguno que debería haber callado para siempre. O puedo hablar yo ahora aquí haciendo un discurso para una boda en la que no estuve.
    No estuve en persona, ni tenía por qué estar. Podría haber estado (hubiera estado seguro) otra persona que es el vínculo que me une con la novia. Por esa persona me levanto una vez repartido el pastel y toco la copa con la cucharilla, y alguien, seguramente I., que ya ha hecho su discurso, pide silencio porque nadie se ha dado por aludido. Entonces me dirijo a la cabecera de la mesa y digo…
    Querida A., quiero que sepas la alegría que me da esta boda, este compromiso meditado de vida en común que va unido a que seáis mejores juntos, a que seáis felices (a ratos, no hay otra manera). Yo solo estoy aquí, en este discurso imaginado, para alegrarme en nombre de esa otra persona que hubiera estado seguro y se hubiera alegrado infinito y hasta es posible que hubiera hecho su propio discurso improvisado y valiente con recuerdos comunes confesables, guiños cómplices y miradas cargadas de cariño. Un discurso tontamente sentimental como este y que terminaría con sus palabras, ya leídas por I., lo sé, pero que merece la pena repetir. Estas palabras que valen para todo, que sobre todo valen para vivir: “Sé feliz, sea lo que sea eso. Sonríe, ayuda, da, recibe con humildad, perdona, ama, llora, ríe, sufre también (aunque en su justa medida) camina y, también, a veces, corre muy rápido. Duerme, disfruta comiendo, haz el amor, aprende, crece. Para después morir en el momento justo, habiendo exprimido cada soplo de vida”. Así sea. ¡Brindo por vosotros!


No hay comentarios: