jueves, 17 de febrero de 2022

Carta de amor desde el edificio incendiado

    Querida Hermione.
    “Querida” no es suficiente, beloved Hermione, Hermione maitia. Siempre es más tarde de lo que pensamos, y ahora además el edificio está en llamas. No es una metáfora. Te escribo o te hablo o te pienso; porque eres tú, no se cómo decirlo, el amor de mi vida. Es una expresión coja, sí, qué sé yo del amor y qué sé yo de la vida. Pero este es un mensaje urgente que solo puede avanzar, salga lo que salga.
    Cómo explicar un sentimiento. Aunque una vez lo intentamos, los dos, recuerda cuando leímos y comentamos las cartas de amor de la monja portuguesa. Ahora te escribo esta mía, que brota del torbellino de imágenes que tengo en la cabeza. Tus manos, Hermione, las manos translúcidas y delicadas que siempre he cogido con miedo a lastimar. Tus ojos, los ojos grandes de manga japonés que miro de cerca sin mis gafas de miope. Tú, sentada en una terraza, y tu pequeño estallido de dicha cuando llego por la acera haciendo el avión. Esa especie de gorjeo con el que me saludas al teléfono. Tu cajita de los tesoros: un llavero, un CD de canciones, billetes de tren, cartas manuscritas; cosas pequeñas que solo significan algo para ti y para mí.
    Gracias Hermione por tu cariño, por tu inteligencia emocional. Ah, me has dado siempre mil vueltas en eso. Perdóname por haber sido a veces un bruto con piel de elefante. Me has otorgado, gentil, la facultad de no dejar de sorprenderte. Has querido ser la que más daba. Me has hecho sentir el rey del universo. Escucha el ritmo de la lluvia. Te quiero; si dejo de ser que mi último aliento sea tu nombre, Hermione.

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