miércoles, 23 de febrero de 2022

Sí, pero no

    Axioma: Una frase suelta, una cita, está por definición fuera de contexto. Las declaraciones las carga el diablo y las frases sueltas son como las balas perdidas, impredecibles. Nadie está a salvo de que le alcance una. Las citas ruedan Historia abajo perdiendo coherencia, magullándose, deslavazándose en las traducciones. Es mi impresión que las frases más celebradas de los grandes personajes históricos tienen todas algo en común: nunca fueron pronunciadas.
    O no exactamente. Sócrates nunca dijo “sólo sé que no sé nada”. Lo que sabemos de Sócrates es lo que contaron sus discípulos y la idea que dio origen a la frase redonda era algo así como que sabemos poco y de ese poco tampoco podemos estar seguros (que no es exactamente lo mismo). Tampoco Maquiavelo dijo, ni escribió, que “el fin justifica los medios”, no con esas palabras; aunque la frase pueda representar bien sus ideas.
    Cuanto más atrás en el tiempo se encuentre el origen de una frase, más probable será que lo que nos ha llegado sea una adaptación y no lo que estrictamente salió de la boca del personaje (si es que salió en absoluto). Empezando porque casi siempre lo dijo en otro idioma. Nos gustan las frases redondas y desde luego citar una bien lograda y el nombre de su (presunto) autor es tranquilizador, reconforta; pero esas frases, tan brillantes, son más bien un producto colectivo. Alguien apuntó algo y luego entre todos, entre varios, lo fueron puliendo hasta encontrar una formulación feliz. Una vez fijada la frase ya puede viajar a través del tiempo y atravesarlo limpiamente sin afectar a ningún órgano vital.
    Además hay una cuestión previa; aún en el caso, inusual, de que el personaje histórico dijera letra por letra la tal frase no por eso se merece todo el crédito por lo que dijo. Nadie lo merece (yo el que menos). Sócrates y Maquiavelo tuvieron familia, modelos en los que mirarse, lecturas, tutores, amigos, y su influjo fue fundamental en la gestación de sus ideas, fueran estas grandes como las de Sócrates o inquietantes como las de Maquiavelo.

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