Somos fruto del azar y a los que objeten alguna de las dos fechas (porque también se puede objetar la de nacimiento) les recordaría que el azar podría haber determinado que no tuvieran ni la una ni la otra, que no hubiesen existido como seres mortales. Objetar es oponer una razón en contra de algo y el azar no admite razones.
Visto así tampoco yo voy a poner pegas a la fecha de mi muerte, salvo que encuentre una lámpara y al frotarla salga un genio de los que conceden deseos. En ese caso le pediría que el día de mi muerte no fuese hoy, solo eso, que no fuese hoy (guiño). Así cuando llegara la fecha y, como pasa en los cuentos persas, tropezara con la muerte en el mercado, ya fuese el de Bagdad o el de Ispahan, podría apelar al genio.
—Me lo prometiste —le diría—, hoy no; no habría problema si hubiera sido el mes pasado o si es un día de la semana que viene; el día que quiera el azar, el sultán, la señora muerte o tú mismo, genio de la lámpara; cualquier día menos hoy.
Supongo que el genio contestaría:
—Eres un bromista.
Si todo eso sucediese, siquiera en mi imaginación, el deseo se habría cumplido, quiero decir el deseo real que he pedido al genio de la lámpara o a quien corresponda: que en tanto llegue esa fecha dictada por el azar no me falte el humor.
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