viernes, 18 de noviembre de 2022

Café con leche

    El otro día me tomé un café con leche en un bar, un café con leche en vaso; lo pido así a veces si tengo sed. Al día siguiente volví al mismo bar y antes de abrir la boca el barman me preguntó, ¿café con leche en vaso? Iba a pedirlo normal, o sea en taza, un café con leche, sin más. La situación me planteó un pequeño dilema. El hombre me mostraba su deseo de agradar, de darme a entender que me conocía y que se acordaba de lo que había tomado el día anterior. Si le decía que no, que hoy no lo quería en vaso, también le estaría insinuando que se había equivocado; si le decía que sí le complacía pero a costa de mi propio interés. En todo caso sería un sacrificio incruento, por no alargar el trámite me tomaría el café con leche en vaso y punto; y eso es lo que hice sin que sirva de precedente.
    El café con leche me gusta tomarlo muy caliente y a sorbos. Hasta ahora a menudo he dicho que me gustaba beberlo “a pequeños sorbos” o también, y ahora al repetirlo me suena algo ridículo, que lo tomaba “a sorbitos”. Como eximente añado que nunca creo haber afirmado que me gustara tomarlo “a pequeños sorbitos”. Me he dado cuenta de que no estaba haciendo un uso preciso del lenguaje. La palabra sorbo significa “cantidad pequeña de bebida”, decir “sorbo pequeño” es redundante. Lo mismo pasa con “sorbito” que además añade la cursilería que acompaña con frecuencia a los diminutivos, aunque esto último sea opinable. En general, añadir adjetivos o adverbios innecesarios es un intento, bastante inocente y muy humano, de hacer interesante nuestro relato, dejando asomar a la vez el temor de que no lo sea en absoluto.

No hay comentarios: