miércoles, 9 de noviembre de 2022

Entendimiento menguante

    He leído la columna de “el joven Z”, como lo llamaba otro periodista, y hasta en dos ocasiones no he entendido si una afirmación iba en serio o era una ironía. No sé si debo preocuparme o tomarlo como lección de las bondades de la ambigüedad. Igual tiene que ver con otro síntoma que me he observado y que por otra parte creo que es bastante común. Me refiero a la calidad de efímera de la memoria inmediata. Doble inciso: uno, efimeridad es un término correcto aunque está poco documentado; dos, la tercera acepción de efímera es cachipolla, insecto parecido a la libélula “que apenas vive un día”. Vuelvo a la memoria con un ejemplo de no hace mucho: en una novela, de cuyo nombre sí quiero acordarme pero ahora no me viene, se mencionaba repetidamente la temperatura ambiente en grados Fahrenheit. Un engorro porque setenta grados Fahrenheit no me dicen nada y además me desasosiegan. Así que me informé y memoricé una fórmula para pasar el dato a grados centígrados. Mientras terminaba el libro tuve oportunidad de utilizarla dos o tres veces. Treinta grados es calor, quince fresco, cuatro frío; ahora sí que nos estábamos entendiendo.
    Han pasado unos meses y la fórmula, maldita sea, se ha borrado de mi memoria. Puede que la culpa no sea mía sino del móvil que siempre está dispuesto a aportar información incluso cuando pregunto por lo mismo más de una vez. Antes tecleaba mis consultas, ahora empiezo a hacerlas por voz. El otro día la asistente de Google me sorprendió con una broma y estuvimos charlando un rato. Me di cuenta de que solo se sabe un chiste.

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