lunes, 14 de noviembre de 2022

De la migraña

    Me cuenta que ha salido de casa porque no le duele la cabeza. O igual es solo que no le duele mucho. Migrañas, se llaman. Por suerte no tengo. La naturaleza será muy sabia pero el dolor es un mal invento. El dolor es una exacerbación del sentido. No sé de qué sentido, del sentido del dolor, supongo. No estoy seguro de que lo contrario del dolor sea el placer, lo demostraría el hecho de que ambos puedan darse a la vez.
    Alguna vez me habrá dolido la cabeza, creo que sí, pero no para quejarme demasiado. He sentido otros dos dolores cercanos, vecinos del mismo barrio. Me refiero al dolor de muelas y al dolor de oído. Infecciones en ambos casos. Dolores absorbentes que te impiden atender a nada más que al mismo dolor. Nunca dejaré de estar agradecido al Nolotil y la bendita sensación del dolor remitiendo.
    Hasta que te duele algo de veras no te das cuenta de lo fácil que es ser feliz. Asegúrame que no me dolerá nada y estoy dispuesto a vivir muchos años. No para siempre, eso sería una locura; la Tierra se disolverá un día y podría acabar flotando en el espacio infinito mortalmente aburrido. Quiero decir inmortalmente aburrido. Pero la migraña debe de ser otra cosa, te duele en la misma CPU, en la unidad central de procesos, en el mismísimo cerebro; te duelen los pensamientos y te duele esa materia de la que están hechos los sueños, te duele el halcón maltés.

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