sábado, 3 de diciembre de 2022

Memorable

    Memorable, Malvi lee la defensa de su tesis doctoral. Tras el preámbulo sentimental se mete en harina, amasando el pan de pasas de su tesis, con pulso firme, voz melodiosa y un ligero deje peruano. Entiendo todas las palabras o casi todas; bueno, muchas, pero se me escapan los significados, cosa sin mayor importancia ya que estoy escuchando a Sherezade. Debería cometer algún desliz para que no fuera todo demasiado increíble. Ya está, ha dicho renuencia y seguido pertenencia o permanencia; se ha humanizado.
    La doctoranda sigue desgranando oraciones, irresistible. Esto es interesante, el ser humano parte siempre del error y su tarea es corregirlo una y otra vez sin alcanzar nunca la verdad, aunque igual lo he entendido al revés. Platón acaba de expulsar a los poetas de su república y los miembros del jurado han relajado su atención. El de la derecha mira hacia abajo, a la mesa, hasta que la palabra “epistemología” le hace cabecear afirmativo, ahí quería yo llegar, parece decir. El de la izquierda, más disipado, consulta el móvil, lo deja, lo vuelve a coger se quita las gafas y se lo acerca a la nariz.
    Malvina continúa con su voz dulce y su prosa impecable. Capto una frase de Bachelard: el tiempo es al ser lo que el sonido es al instrumento. A esto hay que darle unas vueltas para intuir algo. Es tan profundo que me hundo, me río para dentro. Y esta otra que me gusta mucho y es de Paul Valery: un hombre solo está siempre en mala compañía. Ya está Malvi, indesmayable, en la última hoja de su defensa. Hay una leve desaceleración hasta la parada del punto final. Tras un breve intervalo de silencio reverberante me parece oír la voz de Íñigo, a mi derecha, que dice: Muy bien, Malvina; léelo otra vez.

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