domingo, 19 de febrero de 2023

Esa ley (2)

    Por muy largo que haya sido el camino recorrido por la justicia desde que Hammurabi propugnó su colección de leyes, no se puede decir que el tema esté agotado, ni mucho menos. Quiero decir algo sobre las penas impuestas o a imponer en la pomposamente llamada “administración de justicia”. Es una sensación que tengo que se puede aplicar a cualquier delito, la sensación de que el número de años de cárcel que conlleva una sentencia es una cifra aleatoria que tiene más que ver con la fuerza y la dirección del viento sociológico del momento que con cualquier otra cosa.
    Para darse cuenta solo hace falta comparar las sentencias de ahora mismo con las de hace cuarenta años por los mismos delitos y también, esto es una predicción visionaria, con las sentencias que se darán dentro de otros cuarenta años, que serán distintas a las de ahora porque para entonces la percepción de las cosas habrá cambiado. Conclusión, es imposible saber si una pena de prisión es justa, si tres años más o tres años menos son muchos o pocos, porque daño causado por una parte y tiempo de encarcelamiento por la otra no son magnitudes comparables ni intercambiables. Eso sin tener en cuenta lo que varían las circunstancias de una prisión a otra, hasta el punto de que, mirándolo todo, estar en una cárcel noruega debe de ser una de las mejores cosas que le puedan pasar a un ser humano. En fin, que el de las sentencias justas es un problema sin solución, lo siento.
    O sin solución a posteriori, una vez que el hecho ha tenido lugar. La mejor manera de hacer justicia a una víctima es que el delito no se haya cometido. Para ello hay dos métodos, que yo sepa. Uno el de organizar una fuerza policial dedicada al PreCrimen, como proponía Philip K Dick en su relato The Minority Report (luego película de Spielberg) donde unos mutantes videntes presentían los crímenes antes de que tuvieran lugar. Este método no lo veo viable, de momento, y además no va al fondo del asunto. El otro método, el difícil, el que hay que perfeccionar porque es el que se ha intentado siempre con más o menos entusiasmo pero sin resultados prácticos es el de la Educación —pongo la palabra con mayúsculas para que quede claro—, la laboriosa tarea de educar desde la igualdad y el respeto.

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