martes, 17 de octubre de 2023

Potomac

    Potomac es una palabra llana, dentro de lo que cabe. Quiero decir que no sé cuales son las normas de acentuación en inglés. Poniendo una tilde que no es: no se dice Potomác sino Potómac. No me acostumbro, siempre había supuesto que era una palabra aguda.
    Este hecho poco conocido —desde mi punto de vista— me lo ha contado mi amigo Antonio. Él lo sabe porque ha vivido años en Nueva York. Digo amigo porque aunque no le conozco en persona (le conozco, leísmo aceptado por su amplio uso) le sigo a través de sus escritos. Esto lo cuenta en su última novela “No te veré morir” —que es estupenda—.
    Le tengo cariño al río Potomac, al nombre Potomac, que viene de una palabra algonquina. Lo aprendí de niño y, como suele pasar, se quedó ahí, como grabado a fuego —Potomác, pensaba—.
    Es el río que pasa por Washington DC. En tiempos de la Guerra de Secesión sus orillas eran insalubres, miasmáticas, y al parecer ese fue el origen de las fiebres tifoideas que causaron la muerte, en 1862, en la Casa Blanca, de Willie, hijo del presidente Lincoln, a la edad de doce años. Esto lo leí en una novela de Gore Vidal (todo, todo, todo está en los libros). Fue una tragedia personal dentro de otra tragedia nacional. Tampoco vamos a decir que lo matara el río.

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