miércoles, 22 de noviembre de 2023

El amor es igual para todos

    El amor es igual y común para todos. El amor es igual para todos de la misma forma que lo son la alegría o el dolor, supongo. Cuanto más lo piensas más dudas te entran. Cualquier cosa que se diga tiende a ser, sucesivamente, a lo largo del tiempo, tan cierta y defendible como su contraria; incluso a veces lo es simultáneamente, como en este caso: el amor es igual para todos y cada historia de amor es única.
    La verdad es que no tengo nada que decir sobre el amor —ni sobre ningún otro tema—; aún así escribo. No soy un caso aislado, como dijo Anthony Burgess: el escritor, siempre hablando de lo que no sabe... Para hacerlo más difícil: cualquier idea que veas magnífica y diáfana en tu cabeza empeorará en cuanto la pongas por escrito. Escribir se convierte en una trampa capciosa, un problema irresoluble; no hay manera de acertar. Pero no importa, sigue siendo divertido.
    La naturaleza del amor es un misterio. Lo que sí se intuye es su función: aglutinar. Somos seres sociales y el amor teje las redes que nos cobijan y nos atrapan. Amar no es opcional, si naces amas; vivir es amar. No todo el rato, claro, hay que tomarse descansos. Tampoco se ama siempre con la misma intensidad, depende de las circunstancias y de la sensibilidad de cada uno.
    Hay, al menos, dos tipos de amor: el amor en general, que empieza por la familia, y el amor, digamos, romántico; amor entre extraños podríamos llamarlo, esa chispa de la vida que tanto nos gusta. La experiencia del amor es difícil de explicar e imposible de vivir por persona interpuesta. Pero bueno, sea esto así o lo contrario lo importante es amar y por suerte —esta es la tesis— el amor lo llevamos de serie.

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